Mis llorosos ojos, que hoy aceptan tú partida, sufren en silencio por tu desprecio.
El saber que me odias en la misma proporción en la que te amo me daña lentamente, me hace experimentar el dolor de haberme entregado a un efímero amor, silencioso y tóxico, dañino y destructivo; llevándome cada vez más a una depresión de la cuál escapar será mi reto y tu entretenimiento en la televisión.