Siempre he creído que las palabras son más fieles que las personas. Ellas no prometen quedarse, pero si las tratas bien, se quedan. Escribo porque no sé vivir del todo sin hacerlo. Mis historias no siempre son bonitas, pero son honestas. A veces nacen de un sueño, a veces de una herida. Tengo la costumbre de observar en silencio, las grietas en las paredes, las pausas en las conversaciones, porque ahí es donde habitan los relatos que más me interesan.

No escribo para enseñar nada. Escribo para no olvidar. Para entender. Para tocar, aunque sea de lejos, algo parecido a la verdad. Si decides leerme, te advierto que no siempre llevo linterna; a veces solo me guío por el eco. Pero si me sigues, puede que encontremos juntos algo que valga la pena.