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hiroshi ㅤ⋮ㅤ Ahí, en las afueras de la institución, Hiroshi hubiese rogado porque su llamada se tratara de los negocios que dejó «pausados» al asumir aquel trabajo como un simple profesor de matemáticas, dirigido para un alumnado que ni siquiera ostentaba el nivel promedio de casas de estudio prodigiosas o un nivel más avanzado como maestrías o doctorados. Sería más provechoso impartir clases más avanzadas, física o química con las que siempre estuvo relacionado, incluso la matemática pura era una mejor opción, lo hubiese conseguido con facilidad a pesar de no tener «experiencia» como maestro. Pero el curso de matemática le daba la alternativa ideal para estar presente en todos los niveles luego de lo sucedido con su hijo. Algo que, tontamente, pensó nunca volvería a suceder. Y aunque el resultado fue diferente, idóneo de alguna forma, no pudo evitar que su propio hijo fuera trasladado a una escuela con tal mala fama. Eso y la situación en su vida privada, simplemente lo tenían agotado a nivel mental. Así ello no se demostrará en su semblante como lo ha sido desde que tiene memoria. Un sencillo: «En la noche seguimos hablando. Adiós», fue lo último que se escuchó antes de que colgará su celular y volviera a guardarlo. Bueno, un inentendible murmullo de palabra que tanto le costaba soltar con sentir también se escuchó. Lo importante era que, la aparente frustración al acomodar su cabello caído sobre su frente se trató de su única acción antes de voltear a ver al hombre por quién interrumpió su plática telefónica. No, no era que tuviese una especial consideración para darle prioridad a alguien más; pero su vida es privada, relacionarla con su vida laboral a estas alturas era un error que no se iba a permitir. Su «superior» no tenía porqué enterarse de su conversación por accidente o intención, así tenga supuestamente ojos en cada rincón de la escuela. —Vaya, esto resulta algo… inesperado. ¿Comparte usted mi impresión, señor Director?

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Bien, las afueras de la institución podrían ser un escenario más neutral para ambos. —Hace unos catorce minutos me presenté en su oficina en calidad de padre, con el propósito de tratar un asunto que, según tengo entendido, no le resulta ajeno —aclaró con educación envuelta en una fina capa de confrontación, posando sus violetas sobre las manecillas de su reloj de muñeca en lugar de llevarlos a los café. Por supuesto, solo un efímero descanso antes de levantarlos a los del mayor Lacrontte—. Actualmente me encuentro en mi horario de descanso. Si lo que desea tratar guarda relación con mis funciones dentro de esta institución, lo procedente sería abordarlo en el momento correspondiente, no durante este espacio. A menos, claro, que aún considere pendiente el tema reciente que hemos discutido con frecuencia —hizo una breve pausa, analizando en la mirada de su adverso si había algún deje de emoción con ello—. O bien, si ahora se dirige a mí en calidad de usted como padre, con gusto atenderé cualquier inquietud relacionada al desempeño académico de su hijo, que hasta el momento no parece haberle causado mayor preocupación. ¿Será? Un niño que parece abandonado emocionalmente, pero que por suerte siempre trae algo fino encima, como si ese objeto le diera todo lo que necesitaba. Quizá nada más que un problemático. Era difícil de ignorar cuando vio desde el nacimiento como un ser se desviaba por aquel camino «similar». Por ahora, lo importante era el inesperado encuentro con Lacrontte. Quizá una mera coincidencia, quizá una oportunidad de darle un fin a cualquiera de los temas que los conectan.
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