Siempre he querido escribir un relato que empiece así:
"Ya al final de mi vida de pecador, mientras, canoso y decrépito como el mundo, espero el momento de perderme en el abismo sin fondo de la divinidad desierta y silenciosa..."
Ahora tengo la oportunidad y el valor para hacerlo.
Jubilado, 62 años. Viajero de otras épocas. He vivido en otros tiempos. Ninguno es mejor que este. 
Crecí escuchando buenas historias por la radio. Me emocioné al escuchar las narraciones radiofónicas.
Las mujeres eran bellas, las más bellas. Ellas estaban hechas del polvo de estrellas que habitaban en mi mente. Los hombres era caballeros o villanos. 
Los palacios o las chozas eran creadas por mi imaginación y era más ciertas que la realidad misma.
Soy lector ávido. He formado y he quemado bibliotecas. En ocasiones me desespera que no me va a alcanzar el tiempo para leer todo lo que me gusta. 
Los clásicos me formaron en mi primera juventud y aún sigo leyendo.
He tenido la suerte de amar y de ser amado. 
Encantador de palabras es mi alter ego. Las palabras tienen una fuerza, una potencia. Ellas crean y destruyen mundos. Sin duda que la pluma es más poderosa que la espada.
Las palabras aportan color, sonido, luz.  Un relato sin esos matices no está completo. No es un relato. Solo es un manual de instrucciones. 
Espero, sinceramente, que mis relatos les sean de agrado y que los disfruten.
Recuerden que el narrador escribe la historia en la esperanza de que alguien vibre con ellas. Que sienta que se han escrito para que alguien se identifique.