Estaba detenida en los recuerdos de mí mente vagando sin rumbo, pero un rostro era recurrente y ese era el de Asher Heyst. De rostro pálido blanquecino, tonos rojizos azules y grises, labios hinchados color carmesí, de cabellos de oro, con el físico fuerte, resaltante en musculatura esculpida por mano propia. Su arte gentil y su aire misterioso, ese pesado cuerpo erguido.
Me detuve tanto en un entonces que con facilidad distorsioné la realidad que me rodeaba. El joven de junto, era ahora quien desde un principio había querido que me arropara en su calor, era el de compañía grata, el de risas armoniosas. — Ash.
our life in Chicago.