— (Réquiem)
Si tuviera que escribir una carta de suicidio, empezaría diciendo que lo siento, siempre lo siento, pero este es eterno.
Lo siento primero a quienes me dieron la vida, por quitármela sin avisar. Por hacerles ver la muerta de un hijo. También por ser siempre tan dramática, ya que si no me muero no sé como seguir, tengo esta idea metida en el corazón y a la vez como soga que me aprieta el cuello. Tengo que cometerme a esto o seré una mentirosa cobarde. Y sé que la yo de otro universo me llamará ridícula.
Le pediría perdón a él, a la causa de mis poemas y a quien me ha iluminado, gracias por ayudarme a encontrar la verdadera vida, ahora que he sido humana y he vivido, ahora puedo morir. Lo siento por ser tan egoísta que ni tu duelo me haga sentir culpable, no más culpable de lo que ya soy.
Lo siento a mi hermano por siempre aprovecharme de su bondad y por no ser una buena hermana mayor. A mis hámsteres y a Pluto, por daros tal insensible cuidado.
Y lo siento a Eri, por no cuidar bien de ti, por ser mejor que los otros padrinos, pero no ser la mejor padrina. En la misma medida lo siento Ricky, por prometerte enseñar y seguir tus pasos, lo siento por prometerme que sabría trasladar tu paz y tu calidez a futuras almas complejas, torbellinescas y huracanadas, como solías llamarme.
Lo siento Meron, Ambar, Gloria, por haceros parte de mi dolor y haceros sentir este duelo; me llevo el arrepentimiento a la tumba.
Dije que no quería enterramiento, pero era mentira, quiero una cama bonita (no blanca) y ropa cómoda para mi descanso eterno. Me apetece vivir en compañía de los insectos que tanto he fastidiado. Usadme y aceptad mi perdón.
Lo siento a la pequeña Nuria que quiere otro donut, que quiere ver Castle y escuchar una canción de BTS más antes de entrar a clase, gracias por aguantar hasta donde aguantaste. Lo hiciste muy bien y estoy orgullosa.
Supongo que si tuviera que irme… me iría dejando esta carta como canción final. Siempre he amado la música.