Después de 20 años no he podido comprender por qué la vida es tan paradójica. Sé que mucha gente dice que el dolor más adelante se justifica, es decir, que más adelante entenderé por qué muchas cosas hoy sencillamente no están. He girado mi timón con la ambigüedad de si estoy seguro o no, pero con el pleno conocimiento de que es lo mejor, de que en algunas ocasiones es mejor dejar el agua correr y no forjarle otros caminos sabiendo que el río siempre volverá a buscar su cauce. Giraré mi timón también siendo consciente que mi final será un conmensurado naufragio de melancolía y extrañez porque sencillamente hay cosas que ya no están, pero hay que tener calma porque ya aprendí a remedar los daños que hacen ajenos en mí.
Hablar de heridas con un corazón que tiene enmendaduras es complicado, sin embargo, puedo decir que por ti ha valido la pena, mereces esta y muchas heridas más.
Escribiendo esto debo decirte hoy en pleno desvelo de un madrugada húmeda, le he dicho a Dios que deshaga las plegarias que le pedí para que tú y yo estuviésemos juntos.
Debo partir, debo retomar la capitanía del barco de mi vida y no porque la estuviese perdiendo sino porque estaba dispuesto a entregarla, a zafarme de ella por algo de lo que solo quedarán restos.
Emergí.