dream-a-boy

⠀⠀⠀alternate timeline. ও
          
          
          los acordes tocados durante esa noche aún vibraban en sus dígitos, pero Adonis apenas podía pensar en la melodía que había interpretado hace unos instantes. en realidad, apenas podía pensar en nada que no fuera ella.
          
          ella lo había atormentado desde que pisó el escenario, con esa voz suya, suave pero sensual; con sus miradas fugaces pero intensas: con gestos cargados de un coqueteo sutil que difícilmente podrían considerarse accidentales. ella estaba jugando con él y eso le fascinaba, como todo lo que conocía de la mujer. así pues, cuando la cantante se retiró a su camerino, Adonis la siguió con paso resuelto. el pasillo estrecho olía a humo y alcohol, pero todo eso se desdibujaba frente al perfume que ella dejaba tras de sí, un rastro invisible que lo llamaba a seguirla. 
          
          se detuvo apenas frente a la puerta, tocó suavemente y, sin esperar respuesta, la abrió. su mirada cayó en la cantante, quien estaba de pie frente al espejo del camerino, con las luces amarillentas enmarcando su silueta como si fueran un halo imperfecto. el vestido rojo aún ceñía cada curva de su cuerpo con descaro, incluso parecía hecho a medida para torturarlo. sus ojos la recorrieron sin permiso, empezando por la línea suave de su cuello y la piel expuesta de su delicado escote, bajando luego a sus hombros tensos bajo la tela brillante. el vestido se ajustaba a su cintura con una precisión que lo hacía preguntarse cómo era posible que ella respirara dentro de él. Phyllis siempre había sido hermosa, incluso en sus gestos tímidos detrás del escenario, pero esa noche… esa noche era otra cosa, había una chispa encendida que no podía ignorarse. se obligó a pasar saliva antes de hablar.
          ────¿Podría ayudarte con tu vestido?────preguntó, con la voz grave suavizada por la intimidad con la que cargaba las palabras. 

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Podría considerar aquella noche como una de las más exitosas que el lugar había visto en semanas; la gente había reído, cantado y bailado como si temieran que la noche se les escapara de las manos. Una fiesta completa, coronada con aplausos que aún parecían flotar en el aire. Pasada la medianoche, el local empezó a vaciarse, dejando atrás vasos olvidados y mesas aún impregnadas de ecos. Adonis, incapaz de sentir verdadero cansancio por su naturaleza se ofreció a ayudar a los meseros a recoger las sillas
          
          Fue entre idas y vueltas, que la vio; primero como un destello suave, una figura etérea, casi pérdida entre la penumbra. Phyllis dormía en uno de los sillones del bar, con el cabello ligeramente revuelto, como si el mundo no pudiera alcanzarla allí. Una sonrisa silenciosa se dibujó en sus labios. Se acercó, conteniendo la respiración como si temiera despertarla con un susurro. Se desprendió de su abrigo y lo colocó con cuidado sobre sus hombros. Sus dedos se posaron apenas en su piel, en un intento de arroparla del frío. Por un instante, su mano se elevó, titubeante, buscando el contorno de su rostro. Se detuvo a medio camino. La idea de rozar su mejilla, de sentir su respiración templada bajo la yema de sus dedos, era tan tentadora como peligrosa. Se quedó allí, inmóvil, para luego apartarse. 

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            La noche había drenado a la fémina; la combustión de música y movimiento aglomerados en un mismo espacio resultó en su figura desplomada tan pronto como los estímulos se desvanecían, el local vaciándose a su paso. No percibió cómo fue arropada por aquella pieza de prenda, más su cuerpo, seguido por su instinto, pareció acurrucarse en esta. 
            
            Fue hasta que sus sentidos parecieron alertarse al detectar las falanges tan cerca de su piel y, sin mediar palabra, sus extremidades actuaron solas al atrapar la muñeca ajena en su agarre. Abrió los ojos, desorientada y adormilada, y a pesar de que no enfocar al varón frente a ella, Phyllis ya sabía de quién se trataba. Quizá era su perfume, la tez canela o la explosión de colores en su vestimenta. No dió respuesta a la familiaridad, suavizando el gesto más sin liberarlo. Tanto que trató de atraerlo hacia ella, pronto encontrando refugio cuando su rostro se acurrucaba en la palma contraria. 
            
            Inhaló, sus párpados descendiendo una vez más. No dijo nada, no era necesario. Pues ella lo quería cerca, y en su estado, no había cabida para la timidez o la duda ─── . Quédate...  ─── su voz se desprendía algo ronca, condicionada por el sueño. Su tono era símil a la súplica, no queriendo tomar distancia del confort que Adonis le brindaba. 
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─────/Pese a ser una noche fresca, dentro del local se respiraba una tensión casi palpable. Esa noche, una figura importante de su pequeña sociedad se pavoneaba entre las mesas, y su jefe había dejado claro que debían lucirse sobre el escenario. Adonis había abandonado de lado su estilo habitual; en lugar de sus camisas extravagantes, vestía un traje sobrio, sin ornamentos, casi silencioso. Sabía que quedaban apenas unos minutos para salir a escena, pero aun así sus pasos lo llevaron directo al camerino de la estrella del lugar. Phyllis. /llamó, mientras sus nudillos golpeaban suavemente la madera de la puerta. Al no recibir respuesta, giró el picaporte apenas, dejando que el espacio se abriera para ambos. Tengo algo para ti, ¿Puedo pasar? /Preguntó con un deje de calidez y se limitó a esperar, paciente; como si la noche y el espectáculo pudieran detenerse solo por ella. 

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 ─── /La presión sopesaba sobre los hombros de la fémina, ansiedad que carcomía desde las entrañas y dificultaba su respiración. Lo que previsualizaba como una jornada habitual pronto se había disuelto en un desafío; Phyllis no sabía cómo afrontarlo. Rememoró los vocablos de su superior: «Actúa como de costumbre». ¿La diferencia? Acercárse a dicho sujeto lo suficiente para encandilarlo y mantenerse profesional. ¿Pero lo lograría? ¿Y si fallaba? ¿Y si quedaba congelada en el escenario? Una tormenta de negatividad la consumía, tanta que no percibió el llamado a su camerino, no hasta que fue abierto. Agitada, giró bruscamente para encontrarse cara a cara con quien la buscaba.   ¡Adonis...! /musitó su nombre como si fuera su salvador, aliviada, apresurando en aproximarse a la puerta y abrirla del todo, haciéndose a un lado para recibirlo.    S-sí, pasa. /Todavía algo sacudida, la sorpresa era palpable en su voz, haciéndose ver. 
            
            Phyllis portaba uno de sus mejores atuendos: aquel vestido sin mangas de gemas, brillante, que abrazaba su cuerpo y caía al suelo cual cola de sirena, matices de color que combinaban con las varias tonalidades de su cabello; mismo que se encontraba en ondas, gran parte de este apartado a un hombro y el resto cayendo por la espalda. Pestañeó varias veces, sus emociones dañinas pronto disipando por curiosidad. La cuestión de por qué el varón se encontraba allí y no en el escenario quedó atascada en la garganta, limitándose a preguntar por el obsequio───. ¿Algo para mí...?
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─────/La tarde dorada abarcaba las paredes del establecimiento, todavía faltaban algunas horas para que la presentación y el bar aún no abría al público. Pero ahí se encontraba, sentado frente al piano que noche tras noche lo acompañaba, como un viejo confidente. Sus manos vagaban por las teclas, más por costumbre que por intención, apenas hojeando las partituras que descansaban abiertas. Entonces, la sintió antes de verla. Esa silueta conocida, siempre a punto de escabullirse. Los labios se curvaron sin permiso. Phyllis. Pensé que te vería más tarde. /Abandona su asiento para poder recibirla al borde del escenario. Temo que hoy me encuentro algo disperso. /Sus palabras vacilan entre la oración, como brindando una matiz que roza la travesura. Sus clisos oscuros se iluminan ligeramente antes de retomar la palabra. ¿Podrías subir y ayudarme? Escúchame tocar solamente. 

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@dream-a-boy 
             ─── /Aquel anochecer la mujer pretendía seguir su habitual rutina: ir de puntillas a su camerino sin ser vista, encerrándose hasta la hora de la actuación. Ella, que se desenvolvía en el escenario, tornaba incómoda una vez se desprendía de su papel escénico, sus habilidades sociales escasas. De ahí su sobresalto al llamado, girando sobre sus talones con expresión angustiada ante el enfrentamiento social. Sus facciones surgían suavizadas al reconocer al hombre frente a ella; aquel que la sacaba de su zona de confort y, a la vez, quien le brindaba seguridad. Un cúmulo de sentimientos contrarios que la fémina no terminaba de descifrar.   ¿Seguro...? /no un saludo o una respuesta, más bien una pregunta al aire, como si quisiera verificar una vía de escape. No obstante, su cuerpo ya había cedido, retomando sus pasos al escenario y postrándose a su lado. Vacilante de sus propias acciones, tomó asiento en la  banqueta frente al piano, a un extremo para no interferir.   Está... bien. Te escucharé. /finalmente cedió, contemplándolo y aguardando. Dudaba sobre su presencia siendo de ayuda, más, por alguna razón, el rechazarle no estaba entre sus opciones. 
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