se puede mirar la mar, amar su color en el filo de las olas cuando inocentes se deslizan sobre el crepúsculo, tomando con caricias tenues y casi imperceptibles tu sonrisa para deleitar la noche de un vagabundo que busca refugio al observar el firmamento. las estrellas hacen de abrigo cuando el frío de la tristeza abraza un cuerpo perdido en la remota idea de olvidar, sin embargo solo es necesario elevar un poco la vista y vienes tú con esa singular forma de ser, como un ángel o como un deseo, si, el lucero que guía mi corazón, un navío rendido a tu sublime belleza, a tu volátil ser. y aunque la marea en silencio sea testigo de mis preguntas y emociones, le he contando que aquél vagabundo de almas está enamorado de un querubín sencillamente perfecto.