Había miradas tan bonitas, y una de esas era la de ella. No hacía falta unos grandes ojos o un color llamativo; solo con verte, podrías comprenderlo todo, ella era locura, tendrías que estar demente para poder entenderla y un completo suicida para seguirle el paso. Tendrías que estarlo, no cualquiera se atrevería a querer tan bella mirada, sin apostar tirarse de un acantilado.