Sonyeondaddy
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Llevas faltando por aquí ya demasiado tiempo como para esperar que veas este mensaje. Lo único que sé es que la primera vez que leí 'reflexiones de un idiota' estaba yo en mi pueblo, una tarde de agosto que por bochornosa y aburrida es difícil de olvidar. Instalé wattpad pensando que podría leer aquí la segunda parte de Crepúsculo. Ya ves. La segunda parte de Crepúsculo. Y voy yo y, sin saber nada de la vida ni el arte con trece años (más que lo que aprendí en la calle) me encuentro de bruces con tus reflexiones y me invades. Me invades tanto que pienso que no hay nada mejor que tus palabras y a toda costa quiero saber más. Al día siguiente le robo diez libros a mi madre y durante un mes no hago más que leer, fascinada, e indagar sobre Cocker o muchos más de los que hablas, siempre volviendo a tu obra y aspirando a ser como tú. Libre: así me siento cuando escribo y, de hecho, no creo haber dejado nunca de escribir. Es José Félix, el intachable e impasible José Félix de lengua y literatura castellana, que me tira de la oreja un día por tanto darle a la lengua en clase y me dice: "Señorita Hidalgo (y es que pocos hoy en día guardan sus maneras) No sé de que habla usted tanto pero debe de tener mucho que contar, así que escriba a ver si se le cansan los dedos." Nunca me tomaba a mal las redacciones-castigo de José Félix porque bien era consciente de que el hombre no las leía y yo por mi lado las aplicaba a mi vida de manera terapéutica. Pues le entrego mis dos mil palabrillas hablando un poco de mi parecer sobre una cena de Navidad. Recuerdo describir a mi tío, el mayor de los hermanos por parte de padre, hablaba de que no conocía hombre más calculador, la manera en la que colocaba los cigarrillos sobre la mesa y preparaba el café espumoso a mano; alrededor del 2014 bien podría haber hecho él ya planes para un martes 13 del 2020, y lo apuntaba todo en una agenda de cuero que siempre llevaba bajo el brazo, impoluta.
Sonyeondaddy
Y resulta que me encuentro a Jose Félix yo al día siguiente, apoyado en un banco cerca del camino donde fumaban mis amigos— y digo apoyado, porque José Félix nunca se sienta — y tiene mi redacción en la mano y su puro sin encender en la otra. Y es la primera vez que le veo adoptar otra expresión que no sea la de un cátedra frustrado dando clase a hormonales: me indica con los dedos que me acerque y sin mirarme me pregunta por mi escritor favorito. Me pilla la pregunta de imprevisto y a punto estoy de responder Zafón: entonces me acuerdo de la tarde bochornosa de mi pueblo y me lo pienso mejor. "Rafael Borrego Soria" A lo que José Félix responde: "No sé quién será ese tal Soria, pero debe tener algo si es que le inspira a usted"
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