En algún momento lejano, soñé con ser escritora. 

Comencé a escribir cuando tenía once años. Tenía una amiga con la que compartía lo que escribía (yo, una historia de romance; ella, una de asesinos). En ese tiempo ella no era la única que leía lo que salía de mi lápiz, sino que casi todo el salón lo hacía. Se pasaban mi libreta entre ellos para escarbar entre sus páginas. 

Nunca terminé de escribir aquella historia, aunque aún conservo la libreta. Fue lo primero que publiqué en Wattpad pero decidí eliminarlo. 

Con el tiempo escribir se volvió un pasatiempo secreto y vergonzoso. Nadie podía leer lo que escribía porque volcaba mi alma y mi corazón en el mensaje. No, no fue eso. Eso vino después. La razón por la que nadie me leía era porque no se los permitía porque pensaba que era un fraude, una escritora horrible que no sabía de lo que hablaba. 

En ese entonces había decidido enfocarme a las historias cortas porque me di cuenta que para escribir una novela no servía exactamente. 

De las historias cortas pasé a pequeños poemas que sigo insegura de llamar como tal. Y todo lo que he escrito está plagado de referencias a mi propia vida y cada decisión trae detrás un dato curioso pero es solitario no poder compartirlo con nadie porque la única que las cacha y las entiende soy yo. 

Ahora escribo por escribir. Porque la inspiración toma el control de mí y necesito escribir. 

Escribo porque no quiero olvidar.

Escribo para recordar.