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— Bien. Te llevo a casa. Sí quieres. 
          	
          	Asentí. 
          	
          	— Gracias, Billie. 
          	
          	La guíe hasta que por fin llegamos. 
          	
          	— ¿Vives aquí? ‐preguntó algo sorprendida. 
          	
          	— Nos mudamos ayer, es casa de mis abuelos. 
          	
          	— Que linda casualidad. Vivo en frente ‐dijo señalando su casa. 
          	
          	— Parece que nos veremos más seguido, Billie. 
          	
          	— De hecho, hoy en la noche. Tus abuelos nos han invitado a cenar. Nuestras madres parecen ser amigas. 
          	
          	— Y más casualidades. Bueno, te veo esta noche, Billie. 
          	
          	— Envíale saludos a tus abuelos de mi parte. 
          	
          	— Lo pensaré... 
          	
          	— Hasta luego, Ada. 
          	
          	Salí de su coche y sin mirar hacia atrás, me adentre a casa. 

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— Bien. Te llevo a casa. Sí quieres. 
          
          Asentí. 
          
          — Gracias, Billie. 
          
          La guíe hasta que por fin llegamos. 
          
          — ¿Vives aquí? ‐preguntó algo sorprendida. 
          
          — Nos mudamos ayer, es casa de mis abuelos. 
          
          — Que linda casualidad. Vivo en frente ‐dijo señalando su casa. 
          
          — Parece que nos veremos más seguido, Billie. 
          
          — De hecho, hoy en la noche. Tus abuelos nos han invitado a cenar. Nuestras madres parecen ser amigas. 
          
          — Y más casualidades. Bueno, te veo esta noche, Billie. 
          
          — Envíale saludos a tus abuelos de mi parte. 
          
          — Lo pensaré... 
          
          — Hasta luego, Ada. 
          
          Salí de su coche y sin mirar hacia atrás, me adentre a casa. 

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; Tenía en mis manos un auto de juguete y en el suelo habían esparcidos más juguetes. Me encontraba jugando felizmente, como cualquier niño. 
          
          — ¡Ada, baja un momento!
           
          Escuché a una voz aguda llamarme.
          
          Dejé el juguete en el suelo, y abrí la puerta.
          
          Todo se tornó oscuro.
          
          Sentí a alguien rodear mi cintura, cargarme y tapar mi boca. Podía escuchar los pasos, no tenía idea hacia dónde me llevaba.
          
          Silencio, dejé de escuchar.
          
          De un momento al otro, me encontraba en un lugar repleto de gente. Frente a mí se situaba una mesa repleta de sustancias. Todos tomaban de ellas.
          
          Algunos me miraban fijamente, esperando a que tomara algo. 
          
          Lo hice. Tomé un puñado de pastillas y las metí en mi boca.
          
          Dejé de respirar. Todo de tornó oscuro. ;
          
          Desperté.