A ver, yo siempre he sido muy transparente y les comparto mis agradecimientos porque se toman el tiempo de leer mis historias, que al final del día las escribo porque me apasiona, porque me gusta, me siento libre y descanso la mente de todos los rollos políticos del trabajo y mi carrera.
Y seré muy franca, de verdad, que me entusiasma y me hace feliz leerlas en cada uno de mis relatos. Pero hay muchos libros que escribí que son viejos, remontan a 2019 y si no más allá, yo he cambiado mucho mi estilo de escritura y redacción, además de que cada publicación aquí es para mi ejercicio de creatividad y no sentir que me vuelvo mecánica.
Por lo que, leer señalamientos de "tus narrativas son muy pesadas", "muchas metáforas", "palabras que no conozco" y me sugieren procurar un lenguaje más sencillo para reemplazarlo. Pues, no me parece.
Nadie le dijo a Tolstói o Dostoyevski que "no los entendían" y aunque no me creo un fenómeno de la literatura latinoamericana, yo intento redescubrirme. Amo las metáforas, amo narrar sensaciones, emociones, sentimientos y es algo que antes, cuando inicié la escritura, me costaba muchísimo lograr.
Yo era así. Hablaba mucho, con un lenguaje solemne porque me creía fuera de época y todavía me gusta creer que soy una filósofa renacentista. Pero, por supuesto que me he transformado, y ahora mi dilema es...
Seguirles mostrando lo que soy ahora.