Oblivion... un simple insecto efímero en mi vasto dominio. Un pretendiente a justiciero, un enemigo insignificante que se atreve a desafiar mi supremacía. ¿Amenaza? No más que un fastidio momentáneo, una mota de polvo en mi camino hacia la conquista total.
Oblivion, con su absurda noción de justicia y moralidad, se cree investido con el poder de juzgar y eliminar el mal. Pero ¿qué es el mal en comparación con la grandeza de mi poder? Yo, que he tejido una red de caos y oscuridad a mi alrededor, soy el verdadero señor de la maldad. Oblivion es solo un títere jugando a ser un héroe, sin siquiera entender la verdadera naturaleza del mal.
Su búsqueda incesante de erradicar la maldad es patética y fútil. ¿Acaso puede eliminar el veneno que corre por las venas de la sociedad? ¿Puede extirpar la codicia, la corrupción y la violencia arraigadas en los corazones humanos? No, Oblivion solo puede raspar la superficie, creyendo que ha logrado algo significativo.
Es solo cuestión de tiempo antes de que el falso resplandor de Oblivion se desvanezca, antes de que su determinación sea eclipsada por la verdad innegable: que el mal y la oscuridad prevalecerán, y que soy yo, All for One, el amo absoluto de esta realidad distorsionada.
Oblivion es una nota al pie de página en mi plan maestro, una marioneta cuyos hilos pronto cortaré. Mi poder es inmenso, mi visión es omnisciente, y ninguna amenaza, por pequeña o grande que sea, puede detenerme. El destino de Japón, y del mundo entero, está sellado bajo mi control.
Así que, Oblivion, continúa con tu fútil lucha, haz todo el ruido que desees. Mientras tanto, yo sigo moviendo mis piezas en el tablero, esperando el momento perfecto para desatar la verdadera oscuridad sobre este mundo. Tu destino y el de aquellos que te siguen están sellados en mi mano, y no hay escapatoria de mi poderío.
Prepárate para tu inevitable caída, Oblivion, porque bajo mi sombra, todo se desvanece en el olvido.
— Sombras de violencia: La ira renacida