La Maldición De Los Potter

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Capítulo Único.

James y Sirius se encontraban en una misión sumamente importante —sin mencionar de alto riesgo, según ellos— por lo que era confidencial cada paso que iban a dar, todo era ultra secreto. Pero, ambos estaban de vacaciones. Entonces ¿Qué era aquello tan importante para ambos?

James Potter, jefe encargado del departamento de Seguridad Mágica del Ministerio. Sirius Black, segundo al mando en el departamento de Seguridad Mágica.

Ambos habían decidido desde que eran unos chiquillos que se dedicarían a ser Aurores, juntos, pues donde iba uno le seguía el otro, era tanto el amor por su trabajo y por la adrenalina, que en sus veinte años de servicio no habían aceptado tomar unas largas vacaciones.

Y no fue hasta que después de mucho tiempo, y solo al revisar los expedientes del Ministerio, fueron obligados a tomar un merecido descanso —con algunas amenazas de por medio y demasiadas protestas—.

Por lo que nos remontamos al momento exacto de nuestra historia.

James y Sirius estaban es un estado vegetal, se encontraban abandonados en la sala de estar limitándose únicamente a respirar, sin nada más interesante que hacer que ver una serie infantil que pasaban por la televisión, a la cual no prestaban atención.

Aburridos de su propia vida, y amenazados por Lily de no hacer ninguna locura, se habían resignado a quedarse quietos y no cometer ninguna imprudencia, por el momento. Hace mucho tiempo ya habían perdido la inspiración para idear alguna idea aventurera.

Justo cuando Sirius perdió el interés por observar la alfombra del lugar, el sonido de un ave aproximándose, y la alerta de protecciones alrededor de la pequeña casa llamó su atención, ocasionando que su curiosidad despertara.

James se levantó rápidamente del sillón a mirar por las grandes ventanas.

—Debe ser el periódico —le dijo Sirius creyendo que era una de esas aves de correspondencia política, había perdido el pequeño interés inmediatamente.

—¿Un búho imperial entregando el periódico? —preguntó irónico James al ver a la gran ave aterrizar en la mesa cercana.

Sirius observó con renovado interés al búho, quien erguida con total elegancia y mirada penetrante esperaba que recogieran su entrega, una carta. El búho estaba impaciente, mirando con desconfianza a los sujetos en la habitación al no reconocerlos.

James se aproximó e intentó recoger aquel sobre, pero al parecer el no era el destinatario, su mano lastimada era testigo de eso, la condenada ave le había mordido.

—¡Maldita cosa! —chilló adolorido. James se alejó con un brinco, resentido por el dolor.

Sirius sonrió satisfecho por la acción del búho. James se lamentaba su suerte, molesto y ofendido por el rasguño que ahora tenía, estaba dispuesto a sacar su varita y rostizar al búho. Pero ante la amenaza de una posible maldición, el ave no hizo más que erguirse y prepararse para atacar en cualquier caso.

—¿Pasó algo, padrino? —preguntó Harry en un grito desde la segunda planta de la casa al escuchar el alboroto de su padre.

—¡Hoy cenaremos búho rostizado! —exclamó Sirius en respuesta.

—¿Búho... ? —se preguntó Harry extrañado, sus pasos delataba que se aproximaba a las escaleras a ver que pasaba—. ¡Espera, no!

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