Prólogo

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En 2004 Vladímir Putin, Presidente de la Federación de Rusia, efectuó una visita a México, la primera de un jefe ruso post-soviético a México.

-México-

- Espera, ¿Cómo? ¿Va a venir Rusia? - Colombia salto de su asiento sorprendida.

- si, como te dije hace dos minutos - respondí malhumorado.

Estábamos desayunando en el Castillo de Chapultepec, en uno de sus bellos jardines. El día estaba soleado, sin una nube en el cielo, de fondo se podían escuchar a los trabajadores limpiando el castillo para las vistas; Muy pocas veces nos dejan desayunar aquí pero tuvimos suerte esta mañana por qué ahora están haciendo una gran limpieza a toda la ciudad para que se vea presentable, ya que el Presidente Vladímir Putin, iba a llegar mañana.
Como nadie nos iba a ver, le pedí a mi amiga que viniera casual, pero por supuesto, a Colombia le valió y vino más arreglada que yo, con un vestido amarillo de campo, un sombrero grande y unos tacones blancos, mientras que yo tenía mi pijama puesta, pants grises con una playera del PRI y mis únicas chanclas que mis perros decidieron mordisquear.

Ella tomaba un ligero café descafeinado con pan dulce, y yo mis buenos chilaquiles rojos con pollo y huevo.

- ¿Y por qué vendría? - Me preguntó dándole un sorbo a su café - digo ya entiendo por que están limpiando todo el lugar pero, ¿A qué viene, a negociar?.

- No, que yo sepa, a Vladimir se le ocurrió darse un paseo por aquí. Ni idea para qué o que pero bueno - le metí un gran mordisco a mis chilaquiles.

- Ay Dios, imagínate que llega el Ruso, se va a morir de calor aquí - se rió ella, pero a mí no me causo tanta gracia por que era cierto, iba a venir Rusia con Vladimir.

- Pues adivina quién va a ser el payasito que entretiene a Rusia - apoye mi cabeza en la palma de mi mano, viendo como ella poco a poco conectaba los puntos.

Soltó una gran carcajada, tapándose la cara con las manos para evitar hacer mucho escándalo, pero sus movimientos exagerados la delataban.

- Espera - se detuvo en seco -¿No te estás muriendo de miedo?.

Le atinó exactamente a como me sentía en estos instantes, suspire suavemente mirando de lado

- La muy neta sí.

- ¡Te vas a quedar solo con Rusia eso es un hecho!.

- ¿¡POR QUE ME LO TIENES QUE RECORDAR QUE NO VES COMO ESTOY HACIÉNDOME PIPÍ DEL MIEDO?! - le dije a bruscamente a regaña dientes.


Ya lo había conocido en varias ocasiones, pero en todas ellas su expresión no cambiaba más allá de una cara seria o una juntando las cejas para expresar confusión. Hablaba en monosílabos, "si", "no", "okay"; era casi imposible entablar una conversación real con él. Sus ojos azules claros son como uno diría "demasiado fríos" era muy difícil para mí hacer contacto visual por que me causaba temor. Sus rasgos eran un poco toscos pero lo único fino era su nariz, que a pesar de que tenía una hendidura en el centro, la punta era respingada.
Y no hablemos de la altura que me lleva fácil tres cabezas, sumando todo lo que dije, creo que ya entenderán por qué me estoy CAGANDO de miedo.
Pero bueno, seguro cuando llegue, él se ira por su lado y yo por el mío, de todos modos ni le interesa mi compañía.

-Rusia-

Era una fría mañana en Moscow, como cualquier otra, casi no entraba luz por la ventana por que el cielo estaba gris; me despegue de la almohada suspirando, al intentar levantarme sentí un dolor en mi espalda baja, había dormido torcido otra vez. Di un gruñido de dolor al levantarme, procediendo a estirarme poco a poco para recuperar algo de movilidad. Siempre duermo en unas posiciones muy extrañas.

Las mucamas entraron como siempre a mi cuarto, todas vestidas de blanco con sus pequeños sombreritos en la cabeza. Las primeras dos levantaron las cortinas de satín, las otras me pusieron de pie para que una tendiera mi cama rápidamente. Mientras otra buscaba algún atuendo para el día, yo jugaba con el sombrerito de la mucama que tenía enfrente, aunque todas estaban calladas mirando al suelo, me daba gusto no estar solo; asentaron mi ropa en la cama, recogieron mis vasos de los días anteriores que estuve encerrado en mi cuarto y se fueron.
Nuevamente todo se volvió gris y sombrío, sin vida, sin compañía.
Mire la ropa que me dejaron en la cama, la típica camiseta de botones, un suéter, unos pantalones formales y una sudadera grande para cubrirme del frío.
Me vestí lentamente, apoyándome de la cama múltiples veces para no caerme, necesitaba un café para tener energía, por qué el día no era tan bonito como para automáticamente estar feliz.
Me mire al espejo, acomodando el cabello para atrás con un peine de oro que me regalaron cuando fue mi cumpleaños, coloque todo en su lugar, yendo a abrir mi ropero. Levante un tablón de madera del suelo, donde mis armas están escondidas, saque a mí bebe Beretta 92, que es mi adoración desde que se la robe a Estados Unidos, dandole un beso y metiéndola en su funda que colgaba de mi cintura.

Salí de mi cuarto chocando el perímetro, dos maletas habían sido colocadas a lado de la puerta, mire algo desconcertado a la mucama, que las tomo y se las llevo.

- Que bueno que estas despierto, ya es hora de irnos- escuche la voz de Putin a mi lado.

- ¿A dónde nos estamos dirigiendo exactamente?- lo seguí confundido, no me habían hablado de ningún viaje hasta ahora.

- ¿No te conté?- Vladímir paro en seco - Me dieron muchas ganas de visitar la Ciudad de México, estamos yendo para allá, vamos a llegar mañana pero valdrá la pena.

No puedo creer que tomaran una decisión sin mi permiso, y más cuando me involucran en ella
¿Qué se supone que haré cuando llegue ahí, no conozco a nadie, no me llevo con nadie.
Bueno, sí con una persona

Si no te vuelvo a ver Donde viven las historias. Descúbrelo ahora