Nunca solo

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Estaba nevando afuera, como aquel día hace veinte años, los villancicos sonaban suavemente, la casa olía galletas recién hechas, chocolate y malvaviscos.

Era una noche hermosa, muchas cosas habían cambiado, muchas personas se habían ido, Kevin ya no era aquel muchacho asustadizo y el hombre que lo abrazaba ya no era ese que tantas veces lo había salvado, que se había convertido en su héroe, es un mundo, en su todo.

Este hombre que lo abrazaba era quien se había convertido en su ancla cuando Dion partió, habían pasado cinco años desde entonces, el principio todo había sido gris, pero con el paso del tiempo su vida había adquirido de nuevo color.

Todavía lo extrañaba, todavía lo echaba de menos, pero, sobre todo, todavía lo amaba.

Ahora sabía que su esposo estaba descansando, que alguien lo cuidaba, como él cuidaba el joven que lo sostenía en sus brazos.

El tiempo en esta tierra es prestado y él cuido a Dion el tiempo que estuvo a su lado, ahora él seguía cumpliendo la promesa de cuidar ese niño como si fuera suyo.

- Vamos papá, tenemos que abrir los regalos, tus nietas te estan esperando.

- Ya voy, dame solo un momento.

Necesitaba asimilarlo todo, la casa estaba tan llena de gente qué le abrumaba, estaban los Brooks, esos enormes rusos que le ponían los pelos de punta, esos italianos con su voz cadenciosa, los asiáticos que no entendía todavía qué hacían ahí, pero, sobre todo, Antonella.

Antonella que había dejado su casa, sus comodidades y lujos, para mudarse a esa casa y no dejarlo solo. Ella había visto el terror en sus ojos cuando anunciaron su compromiso y había corrido a abrazarlo y preguntarle si podían vivir con él en su casa, si podía aceptarla como una hija, que nunca lo dejarían solo, que serían una gran y hermosa familia.

Antonella, con sus pequeñas Sara y Loren en su regazo, era la luz de esa casa, la reina de hielo, con sus princesas de chocolate.

Era la primera Navidad de sus nietas y estaba seguro qué, Dion, Andrew y David, estaban con ellos de algún modo, asi que quería disfrutar esa sensación por un poco más de tiempo.

- Papá, anda, no te quedes allí parado, sabes que no me gusta que te quedes solo.

- Eres tan empalagoso como tu padre, Jacob Ryan no puedes dejarme un minuto ¿verdad?

Esos hermosos ojos verdes lo miraban mientras sonreía, no habían perdido ni un poco de su brillo en todos esos años, ni muerte de Dion, ni la pérdida de Andrew y David habían podido apagar ese brillo.

Y ese era el mejor regalo qué Kevin había recibido en toda su vida, ese niño era su faro en la oscuridad, su milagro.

- No papá, nunca te dejaré solo.

Las Leyes del Amor: Especial de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora