06: Un momento normal que no es normal.

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—Eh, ¿algo de que me esté perdiendo? —indagó mi amiga, y como si la palma de mi mano quemara dejé caer el aparato. Me concentré en Enye quien tenía sus ojos entrecerrados en mi dirección. Dejé de sonreír. —La ultima vez sonreíste así fue cuando saliste con el nerd ese.

Volteé los ojos. Agarré unas chispitas de chocolate y las lancé dentro de mi boca.

—Eso fue hace cuatro años. —Y no era algo digno de recordar. Para ese tiempo tenía una debilidad por chicos frikis con lentes. Fue algo pasajero lo que tuve con el "nerd", como lo llamaba Enye. Por suerte se mudó a otro pueblo y desde ahí no supe más de él. Y eso que fue un gran amigo.

—¿Y bien? No creo que sea tu mamá. ¿Quién es?

—Gardan —solté.

—¿El Guardián? —preguntó Enye, perpleja—. Dijiste que no intercambiaron números.

—Yo... —Mis dedos empezar a juguetear entre sí—. Ayer llevé a More al taller.

—Oh, déjame adivinar. El Guardián trabaja ahí o... —Se reacomodó, interesada—, es el dueño del taller. Si es así, para la próxima que necesite arreglar la camioneta iré yo, en vez de papá.

Negué suavemente mientras le iba contando lo sucedido de ayer; desde que salí de casa, como me puso de mal humor apenas llegué al taller de Wyatt y culminé la historia en como terminé con él en su jeep devuelta a mi hogar.

Enye solo dijo:

—¡Me hubieras llamado y habría ido por ti!

Le di una larga mirada de; ¿en serio? Pero solamente dije:

—No tenías la camioneta en casa, duh.

—A veces me pregunto si en verdad me conoces. —Enye acabó el helado y se limpió las manos en una servilleta—. Me negaste la oportunidad de conocer a esa belleza —se quejó, curvando los labios hacia abajo—. ¡Por ti habría prestado el auto de la vecina, y eso que me cae mal por metiche!

—Oye, ya —murmuré, ya que estábamos llamando la atención de varias personas que también disfrutaban de un helado. El camarero se acercó con la cuenta y se fue. Abrí mi bolso y saqué unos cuantos billetes y los dejé sobre la mesa. Tomé a Enye del codo antes que siguiera con su escandalo—. Vámonos.

Rodeamos unos cuantos autos y llegamos su camioneta.

—Para la próxima vez será. Espera. —Giró sobre su asiento—, ¿Cuándo irás por More? —preguntó tratando de ser casual, pero sus labios estirados en una perversa sonrisa me dieron a entender que algo estaba tramando esa cabecita. Y ese algo era—: Yo te puedo llevar en la camioneta. —Me guiñó ese ojo verde opaco.

—Si eso quieres... —Me encogí de hombros.

Enye dejó escapar un gritito emocionado, encendió la camioneta y salimos del aparcamiento. Mientras tanto yo encendí la emisora hasta dar con una balada.

Mis dedos picaron por contestar el mensaje de Gardan, pero qué se suponía que le iba a responder, un; ¿Hey? No, demasiado aburrido. Mordí mis labios pensando y pensando.

Miré de reojo a mi amiga, ella estaba en su mundo susurrando las letras de la canción y sacudiendo la cabeza. Bueno, al menos había olvidado el tema de los chicos, por el momento.

Cuando se estacionó frente a casa tomé las bolsas del par de bikinis y otros productos para protegerme del sol de mañana. Como despedida, Enye me lanzó un beso no sin antes recordarme que estuviera lista antes de las siete para partir hacia Marfa Beach.

Horas más tarde, en la oscuridad de la noche, con la cara enterrada en la almohada y somnolienta, me pareció oír el repiqueo del celular sobre la mesa de noche. Pero a la mañana siguiente cuando lo revisé no había ninguna notificación. Quizá fue mi conciencia jugándome una mala pasada por no responder el mensaje del chico.

El rey del engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora