10장

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CAPITULO FINAL

[...]

Seungmin no pudo dormir la noche que leyó la carta y durmió muy poco las siguientes noches. Su cabeza no paraba de pensar, de preguntar, y casi siempre terminaba llorando de la frustración porque sentía que no tenía idea de nada. Eso le pasaba factura a la mañana siguiente porque su madre preguntaba ¿por qué tienes esas ojeras? A lo que el simplemente respondía que las tenía por tenerlas, no porque no haya dormido. Lo cual era mentira, claro está.

No había vuelto a llamar a Hyunjin, pero sí lo atendió la vez que él llamó. La conversación había sido un desastre; Seungmin tenía demasiadas emociones contenidas y no veía correcto gritarlas por teléfono. Eso era asqueroso porque no las quitaría de su pecho hasta volver a ver al abogado, y quién sabe cuándo llegaría ese día. En aquella llamada, Jisung le informó que Hyunjin ya estaba bien, que ya no tenía fiebre, cosa que tranquilizó al rubio.

Y, repito, la conversación había sido un desastre.

—Seungmin, ya he mejorado. Ya estoy bien. —había dicho Hyunjin al principio, con un tono de alegría. Y Seungmin no podía evitar estremecerse ante su voz una vez más.

—M-me alegro por ello. —trató, joder, trató enserio de que no le temblara la voz, pero falló.

—Eso significa que podré ir a buscarte lo antes posible.

—Claro.

—¿Ocurre algo? —preguntó.

Sí, maldita sea, ocurren tantas cosas.

—Sí, Hyunjin. Ocurre algo. —suspiró —Necesito que hablemos.

—¿Sobre qué? ¿Te pasó algo? ¿Qué...

—La otra noche encontré una carta. —soltó.

Hubo silencio unos segundos.

—Una... una, ¿carta? —Seungmin se sorprendió un poco al oír como a Hyunjin se le acortaba la voz.

—Una carta.

—¿En...

En el bolsillo de un pantalón.

—Sabes... —hizo una pausa —No es algo que... que debamos hablar por teléfono.

—Lo sé. Por eso... necesito que, por un tiempo, tú...—tragó saliva— No me llames, por favor.

—Seungmin...

—Hazme ese favor, ¿sí? —dijo, en un hilo de voz. Un nudo en su garganta no tardó en formarse. —Mis padres me dijeron que pagarían el viaje a Corea, pero que primero quieren que pasemos tiempo juntos, así que... no vengas a buscarme. Yo iré a su debido tiempo...

Hubo silencio otra vez y Hyunjin parecía estar pensando a la velocidad de la luz.

—Está... está bien. Yo... lo siento, Seungmin.

—¿Por qué te disculpas? —sonrió levemente —Nos vemos, Hyunjin.

Y luego colgó, limpiando rápidamente una lágrima que se le había escapado.

Esa jodida carta decía tantas cosas que el rubio no tenía idea de cómo sentirse respecto a ella. Para empezar, decía que, básicamente, Hyunjin sabía de su asesinato todo este tiempo y quién sabe por qué se lo había ocultado, que se culpaba a sí mismo por todo lo malo que le había pasado a Seungmin, que los demonios lo odiaban. Y, también, que lo amaba. Hyunjin lo amaba.

Jodida carta.

Sí, era verdad que sus padres le habían dicho que le pagarían el viaje a Corea, pero que antes querían pasar tiempo con él. Su madre dijo que costó muchísimo convencer a su padre pero que, efectivamente, luego de contarle todo lo que le había dicho Seungmin, lo había logrado.

Decidió que no quería que Hyunjin lo llamara porque no podía simplemente hablar con él y hacer como si nada hubiera pasado, como si esa jodida carta no existiera. Y sí, sabía que lo extrañaría y le costaría como un infierno no llamarlo, que le dolería a horrores no oír su voz siquiera. Pero lo necesitaba porque sentía que sino explotaría por teléfono y eso no era especialmente lo que Seungmin quería. Quería hablar con Hyunjin cara a cara, que finalmente le cuente todo lo que le tenga que contar y que luego le diga que lo ama otra vez y así vivirían felices por siempre porque Seungmin respondería que lo amaba también. Porque sí, joder, lo amaba.

El caso del ciervo - HyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora