Hecho y dicho, nuestra reina de Egipto montada en su barca surca las exóticas aguas. Un viaje lleno de lujos y barroquismos vivido sobre un navío de alta gama, con velas púrpuras y remos de plata. Mientras ella descansa, dos sirvientes la abanican con calma. "¡Oh duerme dulce Cleopatra! Que tu marido te espera con gracia..."
Un trayecto tranquilo le permitió encontrarse con su querido. El momento fue apasionante, Marco Antonio esperaba ansioso a su amante. Llevaba la noche sin pegar ojo pero eso no le impidió levantarse a las ocho. Habían quedado al lado de la farola donde está puerto de Roma. Bien la ve llegar en su barca y su imagen no espanta; queda de piedra al observar la escena, "¡Cleopatra, baja las velas! ¡En el puerto de Roma recibimos tu presencia!"
Y así con delicados pasos nuestra reina abandonó el barco, vestida con una linda túnica blanca y dos bellas sandalias. Marco Antonio la esperaba con racimos de uvas, Cleopatra dio las gracias y abrió su túnica. Dos bellas guindas de cereza adornaban las puntas de unas tetas. "¡Por Júpiter y todos los santos, que me he perdido durante tantos años!"
Si bien entre tanto encanto, Marco Antonio quedó hipnotizado. Se embarca para Egipto sin mucho pensarlo. Mira hacia atrás y mira Roma con cierta nostalgia "mucho me diste mi querida Italia, pero una nueva vida me espera al Norte de África". Mira hacia delante y sin embargo ya divisa tres grandes pirámides "¡Oh que bella es la tierra del Sol ! ¡Viva la fe de Osiris, Ra y Amón!
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𝑴𝒂𝒓𝒄𝒐𝒑𝒂𝒕𝒓𝒂; 𝒆𝒍 𝒇𝒖𝒍𝒈𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒅𝒆𝒄𝒂𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂
Poetry"𝘕𝘰 𝘩𝘶𝘣𝘰 𝘱𝘦𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘮á𝘴 𝘨𝘳𝘢𝘯𝘥𝘦, 𝘊𝘭𝘦𝘰𝘱𝘢𝘵𝘳𝘢, 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘣𝘢𝘳 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘭𝘢𝘣𝘪𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘳𝘮𝘦𝘴í 𝘭𝘶𝘫𝘶𝘳𝘪𝘰𝘴𝘰. 𝘛𝘶𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢𝘲𝘶𝘪𝘵𝘢 𝘮𝘦 𝘦𝘮𝘣𝘳𝘶𝘫𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘭𝘦𝘨...