J A R E D D' A N G E L O

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Trato de respirar profundo, pero no puedo

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Trato de respirar profundo, pero no puedo.

Me he pasado con esa pobre chica.

Sí, todo es demasiado complicado, pero nada me ha otorgado el derecho de poner en duda su integridad de mujer, su capacidad de ser buena madre, tan solo por su imagen, por la esencia tan cargada de buena vibra que desprendió desde el segundo uno que me topé con ella.

Me paso las manos por la cara, deseando tener la suficiente fuerza para golpearme a mí mismo. Sigo sin creer en esto, ¿un hijo? ¿Qué haré si resulta ser cierto?

—¡Jared! —me llama Brigitte, escuchó sus tacones cuando se dirige hasta mi despacho, y yo solo puedo pensar en una sola cosa.

Ella ni siquiera sabe que doné semen hace dos años para poder pagar parte de las deudas que adquirí con la muerte de mi padre.

—Mi amor, ¿qué pasó? —me dice al entrar, alzo el rostro y su expresión confundida hace mella dentro de mí —La chica se fue hecha una furia de aquí, ¿discutieron? ¿Quién es ella? ¿Qué quería?

La miro, la miro totalmente enmudecido, porque no hay palabras que puedan explicar lo que ha pasado sin que eso cause un problema en nuestra relación, sin que le afecte a Brigitte, que el tema de los hijos siempre termina en eso para ella «problemas».

—No ha pasado nada, preciosa, ven —Le abro espacio para que se siente en mi regazo. Recibo los besos que me da en las mejillas, en la frente y por último en los labios, y por primera vez, no son suficiente para calmarme —Sé que dije que saldríamos, pero...

—Ay, no me vayas a cancelar y menos por trabajo —Me hace un mohín con sus labios que no me resisto a besar —Jared, por favor, trabajas de lunes a viernes hasta tarde, los fines de semana son exclusivamente míos, y aún así trabajas atendiendo a algunos clientes.

—Lo sé, sé que este tiempo siempre te lo dedico a ti —Asiente, sin bajar la trompa en sus labios, aún cubiertos de brillo —. Pero realmente lo necesito, te prometo que te lo compensaré en la noche.

Su gesto cambia, la mujer insaciable que habita dentro de ella quema en sus pupilas, se muerde los labios, para luego regalarme una preciosa sonrisa.

—¿Me llevarás a cenar? —Asiento para ella, seducido con sus gestos —¿Y cuando regresemos me harás tuya? —Asiento otra vez, deseando que llegue ese momento —No una sola vez, sino hasta que me rinda de cansancio, ¿verdad? —Le doy un beso en el cuello que la hace reír.

—Te dejaré extenuada, preciosa.

Busco su boca, urgido de su dulzura, su pasión, acompañándolo con mis manos que acarician sus preciosas caderas. La beso hasta que se me va el aliento y sus delicados gemidos rompen en mis labios, suspirando agitada, y cuando la miro a los ojos están brillosos, repletos de amor, haciéndome sentir dichoso tan solo por tenerla a ella entre mis brazos.

Peripecia (Serie: LIBRO II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora