Cap.2: Café caliente

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Cerca de las cuatro de la mañana un teléfono sonó estridentemente dentro del departamento. Entre el frío y la hora cualquiera desearía quedarse en cama hasta que terminara el invierno, pero el deber es el deber. Uno no se puede permitir ser vencido por su propia cama y menos cuando una sociedad entera puede depender de ti.

Su nombre es Claud, pero para sus clientes es el detective privado Claud Sandders. Un ciudadano intrépido, involucrado en los temas más correspondidos al departamento de policía. Lo habían llamado muchas veces para poder ayudar en investigaciones importantes que abarcan desde narcotraficantes hasta asesinos en serie. Era alguien muy astuto, y como todo detective no era barato.

A penas lleva una semana de cumplir los treinta y cinco años y ya tuvo que reubicarse tres veces en diferentes ciudades o estados. Ya hacía meses que no aceptaba un trabajo de la policía, y por la hora supuso que eran ellos.

Se vistió con una remera negra y unos banqueros azul oscuro antes de buscar el teléfono. Su pelo era corto pero aún así permanecía desprolijo, era un constante remolino de mechones marrones que combinaban perfectamente con sus ojos verdes oscuro.

Llegó al teléfono y lo levantó, en cuanto dejó el auricular en su oído pudo escuchar la voz estridente del jefe de policía Jeremiah Selder, otra vez solicitando su servicio a altas horas de la madrugada. Claud ignoró casi toda la información que el jefe le estaba dando mientras caminaba a su habitación otra vez. Evitaba dar comentarios más curiosos que un simple "aja" o un "si" para hacerle entender a Selder que no estaba de humor para seguir pistas que ellos debían recolectar.

Ya estaba por cubriéndose de nuevo con las mantas cuando escuchó un nombre que lo hizo abrir los ojos como platos, ese maldito y simple nombre ya lo había dejado muy desilusionado bastante, todo lo relacionado con él era frustrante, los había perseguido a todos los lugares pero siempre terminaba en un callejón sin salida. Tomó su libreta y con rapidez anotó las últimas cosas que le dijo el jefe como la dirección donde estaban las patrullas y cuanto tiempo llevaban allí antes de que colgara el teléfono.

Repasó mentalmente si eso de verdad estaba pasando ¿tendría una oportunidad? ¿De verdad era uno de ellos? No sabía como sentirse, sonreír en ese momento era demasiado cruel, en especial sabiendo todo lo que habían causado.

Talló sus ojos solo para cerciorarse de que evidentemente no estaba dormido. Por fin, otra pista, otra cosa que lo ayudaría.

Observó su viejo armario, de un color blanco nieve que se perdía en la pared. Dentro de sus puertas colgaban fotos, recortes de diarios y notas amarillas; pertenecían a su colección personal de "casos resueltos" menciones de su nombre con respeto y agradecimiento, algunos regalos o dibujos. Eran parte de su orgullo y le daban valentía en algunas ocasiones, pero toda colección siempre tiene un lado que no muchos quieren, y en la suya era una caja guardada en el fondo de su armario. Una caja amarillenta en la que se leía claramente "caso abierto" dentro de esta reposaban fotos, informes policiales, información escrita a papel, todas las cosas que se habían podido recolectar y que él podía conservar.

Se terminó de vestir rápido, usando los mismos pantalones y camisa que antes incorporó a su vestimenta unos zapatos marrones, una gabardina unos tonos más claros que los zapatos y una bufanda.

De su habitación solo sacó una libreta, su celular y un lápiz. Ya estaba listo para salir, hoy comenzaba de nuevo ese maldito juego en el que tanto tiempo había estado encerrado. Las cosas iban a cambiar de una vez por todas.

Guardó los pequeños objetos en sus bolsillos y salió de su casa, tomó su billetera y llaves antes de correr hacia el ascensor, donde a penas acababa de entrar su vecina.

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