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Lyséa Georgina Sprousless, la princesa y protagonista más aburrida y sin color que he leído en una novela jamás, me encantaría no darle demasiada importancia sino fuera porque ¡ME HE CONVERTIDO EN ESA PERSONA! ¿Qué rayos pasó? Recuerdo haber terminado de leer esta historia mientras me encontraba cómodamente postrada sobre la cama de un hospital, ¿acaso mi cirugía salió mal? Maldición, no puedo tener tanta mala suerte, estaría contenta de no saber que esta mujer pasará por todo un caos y dolor para casarse y finalmente ser feliz con su príncipe azul, quien no es más que un tipo codicioso, despiadado y ansioso por el poder absoluto. ¡Definitivamente no pienso perder mi preciada segunda oportunidad con alguien así! Dios, ¿por qué no podía ser un extra o como mínimo aquella amable joven noble que acompañaba a la protagonista?

— Ugh, creo que voy a vomitar. —llevé una de mis manos a mi boca, sosteniendo la misma con cierta presión y cerré los ojos, muchos pensamientos locos por hoy.

—¡Señorita! ¿Se encuentra bien?

   ~•~           ~•~          ~•~

Dos días habían transcurrido desde que desperté en este cuerpo, lo único que hice fue tener un tedioso reposo debido a que nuestra querida princesa tuvo un leve resfrío que hizo entrar a toda la mansión en pánico.

—Qué ridículo, todavía no puedo asimilarlo del todo. —suspiré a la vez que tomaba impulso para poder levantarme, me mantuve sentada en el borde de la cama por unos segundos, elevando mis brazos hacia arriba logré escuchar como un par de huesos sonaban.— Lyséa, definitivamente necesitas hacer algo de ejercicio. Trabajabas demasiado en vano. —caminé de manera silenciosa, frenándome justo delante de un espejo donde finalmente logré ver el rostro de una hermosa y cautivadora mujer. Su pelo era lacio y de un largo que llegaba hasta la cintura acompañado de un hermoso y extravagante color verde, una tersa piel blanca y unos ojos amarillos que emitían un brillo tan encantador. Costaba creer que este cuerpo ahora me pertenecía, toqué mi rostro para comprobar una vez más que todo era real.— Esto es tan injusto, cómo es que esta chica no tiene ni un solo poro abierto y pensar que en mi otra vida vivía de las mascarillas, aunque nunca lograron hacerlos desaparecer del tod-

—¡Señorita! ¿Qué hace fuera de su cama estando descalza? Por favor, vuelva y descanse, su padre vendrá a visitarla en la tarde. —Odette, quien era la sirvienta encargada de cuidarme entró repentinamente en la habitación dándome un sutil empujón para que volviera a la cama.

—Mi padre… ¿ya regresó? —Odette me miró extrañada, yo quise golpearme internamente.

—El marqués ha regresado del campo de batalla hace tres días, usted tuvo una cena con él esa misma noche, señorita.

Oh, recuerdo esa escena en el libro, el marqués Dominic Alekei Sprousless había pasado cuatro meses en el campo de batalla mismo del cual salió victorioso y el emperador no tardó en compensarlo con riquezas y halagos, reafirmando la relevancia del poder de la familia Sprousless una vez más entre los nobles, meterse con esta familia no era ningún chiste sin embargo no quitaba el hecho que tenía varios enemigos y en su mayoría reinaba el deseo por el tan aclamado título de "la sombra del Emperador." Tch, ni siquiera suena tan genial, pero me sigue asustando el hecho de que pertenezco a una familia tan importante, será más difícil romper el matrimonio con el príncipe heredero.

—Oh, demonios, lo había olvidado. ¡El matrimonio! —mencioné sentándome de golpe sobre la cama, inevitablemente llamé la atención de Odette, quien me miró sorprendida aún sin creer que tales palabras salieron de la boca de una dama noble. Estaba lo suficientemente perturbada por la idea de que tendría que asistir a la fiesta de té tan solo para conocer al príncipe, ese primer encuentro había sido tan desagradable que cuando lo leí terminé lanzando el libro contra el suelo de la rabia ya que no entendía como ella terminó enamorándose de él a primera vista y además él fue tan grosero. Hice una mueca de disgusto de tan solo pensar que tendría que soportarlo.

—Se-seño-rita, ¿hay algo que le moleste? ¿Debería mandar a llamar a un médico? —cuestionó con nerviosismo, agitando sus manos exageradamente.

—Odette, dile a mi padre que hoy no podré verlo, que tengo asuntos pendientes por resolver.

—Pe-pero hoy es el último día libre del marqués, mañana se va a un viaje de negocios y usted no podrá verlo…

—¿Cuál es el problema? —una voz para nada familiar se escuchó, levanté la mirada y vi de quién se trataba; no necesité ni siquiera pensarlo para darme cuenta que era el padre de Lyséa, el parecido era increíble. Tenía tanta presencia que por un momento me sentí intimidada, más no retrocedí, debía al menos meterme un poco en el papel de hija bien portada.

—Padre… creí que no vendrías hasta la tarde. —de manera inesperada logré mantener un tono sereno y formal, me acerqué a él y mi padre posó la diestra sobre mi cabeza, acariciándola suavemente.

—Logré desocuparme rápido, pero ya escuché que mi hija es una persona ocupada hoy. Me alegra pasarme por aquí a tiempo. —se inclinó unos centímetros y besó mi frente, alejándose rápidamente para luego detenerse frente a la puerta, volteando a verme.— Volveré en dos semanas, Lyséa, sé que serás responsable y no te olvidarás de tus tareas como la hija mayor de la familia Sprousless.

—Sí… gracias por meterme presió- digo, entendido, padre. Tenga un buen viaje y vuelva sano. —Realicé una corta reverencia, lo último que vi fue una sonrisa de aprobación.

La relación entre Lyséa y su padre no era mala, él era un poco estricto pero la quería lo suficiente como para querer rescatarla de aquel doloroso matrimonio en que la había metido, llevándolo a su muerte por ir en contra del futuro Emperador. Te salvaré, padre, lo prometo.

He estado toda la tarde encerrada en la biblioteca pensando en un plan para deshacerme del jefe final. Deseo una vida de casada con algún noble guapo e inteligente, no con un patán desleal.

—Podría lanzarle el té encima y fingir que fue todo un accidente o debería llegar tarde a la fiesta, no, eso llegaría a oídos de mi padre a la velocidad de la luz. —dejé caer mi peso sobre el cómodo sillón de cuero, crucé mis piernas y descansé mi espalda en el espaldar. Traté de recordar algunos detalles sobre la novela que dejé pasar, como el hecho de lo inaguantable que era para el príncipe heredero el pelo corto. En la nobleza no era muy común ver mujeres con el pelo corto ya que no simbolizaba devoción y pureza sino astucia y fortaleza. Yo creía firmemente en que no era más que una creencia estúpida pero nunca pensé que me serviría tanto en un momento de desesperación como ahora.

—¡Odette, necesito que me traigas unas tijeras!

Es hora de ponerse manos a la obra, modificaré la historia tanto como me sea posible.






Quien tan encantador finge serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora