Prólogo

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En una cumbre única en el mundo, en la historia, todos los mandatarios de países se reúnen en un único lugar para ver qué medidas toman contra el crimen para intentar sobrellevar la situación crítica en la que se encuentra el mundo, sumido en el caos más absoluto que se pueda imaginar.

— ¡El crimen es el mayor cáncer del mundo! ¡Tenemos que imponer la pena de muerte a cualquier delito! ¡Sólo de ésa forma conseguiremos pararlo!

— Señor Garner, como presidente de los Estados Unidos debería preocuparse más por que su país no se desmorone.

— Escúcheme bien señora Rayn, que su país éste en mejor estado no implica que pueda darme órdenes.

— Señor Garner, Inglaterra es el mejor país para vivir ahora mismo, su tasa de crimen es la menor de todas, un veinte por ciento, mientras que en el resto del mundo sobrepasamos el sesenta por cien.

— ¿Y a mí que me importa? ¡No podemos quedarnos atrás! ¡Debemos encontrar una solución! Propongo la ejecución pública de los criminales, sea cual sea el delito.

— ¡No vamos a matar a todo el mundo!

— Señora Rayn, usted sólo tiene un voto, debe dejar votar a los demás antes de decidirlo usted.

— Quizás yo tenga la solución a sus problemas.

Todo el mundo en la sala se gira para mirar al hombre que ha hablado, un hombre vestido de negro y con una cicatriz que le atraviesa la cara, es mayor, pero aún así impone respeto.

La mandataria británica muestra un enorme interés mientras que el mandatario estadounidense muestra total desprecio ante el mandatario de su país enemigo, Rusia.

— Cuéntenosla Señor Lévedev - dice el mandatario que más ha defendido a la patria inglesa, el mandatario español.

— Mi propuesta puede ir en contra de alguno de sus principios pero estamos en una situación desesperada, ¿me equivoco?

— Ya ve que no, estamos con el agua al cuello señor Lévedev.

El hombre, sombrío, sonríe con su sonrisa maligna.

— Entonces mi propuesta es que mantengamos un programa secreto de modificaciones genéticas en humanos.

En la sala se crea un silencio que hiela la sangre de todo el que asiste, nadie quiere admitir que quieren aceptarlo, todos los mandatarios son cobardes, temen ser vistos como el primero que aprobó la modificación genética si algo sale mal, nadie lo aceptará.

— A México le parece bien - dice el mandatario.

— Señor Flores, ¡está dando su permiso a algo que está vetado en nuestras constituciones y en nuestras cumbres! - protesta el mandatario estadounidense.

— ¡Todos lo pensamos! Es una situación crítica, si México no hubiese demostrado su valía, si no amase mi país, no la aceptaría, pero el crimen está destrozando este hermoso país, y me niego a perderlo.

Las emotivas palabras del señor Flores, el mandatario Mexicano, animan a una avalancha de mandatarios a dar su voto afirmativo a la vez que el mandatario estadounidense se niega y convoca una oleada contraria, igual en proporción hasta que se queda únicamente en la decisión de un único mandatario, español, presionado por ambas partes.

— Nuestros principios lo prohíben, el ser humano no ha nacido para ser modificado, pero sí es cierto que es necesario combatir el crimen, señor Lévedev, ¿podrían ponerse condiciones a eso?

— No le veo inconveniente señora García - responde el anciano, acercándose a la mesa y observando con intriga a la mujer.

— Los experimentos deben realizarse en zonas de extrema vigilancia, con la mayor seguridad posible.

— Delo por hecho.

— Los experimentos deben realizarse en adolescentes, con cierta forma de pensar pero sin una definida, lo que los hace susceptibles a cambiarla.

— De acuerdo.

— Y por último, éste acuerdo puede romperse en cualquier momento, en caso de romperse, eliminarán los experimentos y clausurarán a toda velocidad los lugares en los que se han realizado, eliminando toda prueba de que se han realizado, ¿entendido?

— Desde luego señora García - responde el anciano, levantándose de la silla y caminando hacia la puerta mientras el resto de mandatarios empiezan una ardua discusión entre ellos.

Un año después, los experimentos empiezan a realizarse en búnkeres soviéticos, donde en las guerras mundiales se fabricaban las armas biológicas.

El señor Lévedev visita uno a uno los búnkeres cada dos meses, para ver el avance de los experimentos, todos sin éxito.

Los mandatarios, con miedo a quedarse atrás, mandan año tras año a un superviviente mediante una ceremonia en la que se escoge a los más preparados, entrando sólo los países que superen ciertas pruebas con un único superviviente.

Las pruebas son campos de entrenamiento militares, se cree que los sujetos más preparados son aquellos que tienen una preparación tanto física como mental superior, lo que los lleva a ser como soldados.

Cinco años después del inicio de los experimentos, se clausuran los búnkeres a causa de la clausura del acuerdo, privando a los rusos de su poder sobre el resto de países y devolviendo el orden mundial a Inglaterra.

Rusia sufre una explosión nuclear en pleno epicentro de las localizaciones de los búnkeres, que describen un círculo alrededor de la central nuclear.

Los niveles de radiación hacen imposible la vida alrededor de los búnkeres, así que nadie se ha atrevido a entrar y ver si todo está igual, manteniendo en vilo a todo el mundo, que cree que todo está siendo ocultado por Rusia, que la explosión no ha sido más que una cortina de humo que desvía su atención de algo más.

Sin embargo, ni siquiera ellos saben qué es lo que ocurre allí dentro, han mandado a varios equipos de investigación, pero ninguno ha regresado de un búnker.

Completamente normalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora