Capítulo 2: Puntos de reinicio

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El abuelo de Valentina había fallecido cuando ella era apenas una niña. Era el papá de su mamá, ya que los padres de su papá no pudo llegar a conocerlos siquiera. Recordaba muy pocas cosas de él, como la mecedora que tenía en la galería de su casa, donde se sentaba a verlos jugar a ella, Guille y Eva. Pero, por alguna extraña razón que jamás había sido capaz de comprender, había una frase que él le había dicho que se quedó con ella durante todos esos años: "Encontrar al amor de tu vida es sencillo, lo verdaderamente difícil y la única tarea extraordinaria es saber alimentar y mantener ese amor a pesar de todo".


Desde que había oído esas palabras, pensaba que una relación, un matrimonio, un noviazgo, eran vínculos que demandaban mucho trabajo, y algunas veces se preguntaba si valían la pena. La respuesta le llegó muchos años después, en la forma en que unos hermosos ojos oscuros la observaban cada mañana mientras fingía estar dormida. En unas delicadas y suaves manos que tomaban las suyas como si fueran lo más preciado del universo entero. En las cálidas caricias que podía sentir en su cabello cuando descansaba la cabeza en el más cómodo regazo mientras se quedaba dormida viendo una película.


Había encontrado esa respuesta en una mujer amable, cariñosa, dedicada, respetuosa, orgullosa, alegre, positiva, reservada y tantas otras cosas que la lista parecía no tener fin. Y no solo había descubierto que valía la pena, sino que nada era tan complicado como lo había imaginado.


Claro, era consciente que no era así para todos, que algunas relaciones necesitaban de más trabajo por parte de ambas partes. Y no era que ella y Juliana no tuvieran sus problemas, que no discutieran de vez en cuando o que estuvieran de acuerdo en absolutamente todo. Ambas eran temperamentales y obstinadas, dispuestas a ir hasta el final por aquello en lo que creían. Pero el amor estaba tan presente, tan al alcance y a la mano, que cualquier pequeño conflicto que pudiera aparecer entre ellas parecía ínfimo al lado de la forma en que su corazón latía cada vez que la veía sonreír.


Valentina nunca imaginó que el amor podía sentirse así, vivirse así, ser así. Y fue la sorpresa más grata que recibió en su vida. El regalo que jamás pidió y le llegó por arte de magia, en el momento preciso, de la manera indicada.


Pero sí, habían atravesado sus momentos difíciles, especialmente en los últimos meses. Luego de que ambas se graduaran, a Valentina le ofrecieron un empleo en el Museo de Arte Moderno de San Francisco. Era una enorme oportunidad y Val no podía desperdiciarla, y más aún, Juliana no iba a permitir que lo hiciera.


Así que, con mucho pesar, decidieron continuar con su relación a larga distancia mientras Juls comenzaba con sus planes de expandir el restaurante de su mamá, teniendo como primer paso que convencer a Lupe de que era una buena idea.


Sin embargo, ella podía ver el dolor en su hija por estar alejada de la mujer que amaba e incentivó a Juliana a seguirla hasta San Francisco tan solo dos meses después de que Valentina se hubiera marchado, entregándole todo el dinero que tenían ahorrado en los últimos años, o al menos lo que había quedado luego de su boda con Panchito. Sí, al final Juliana había tenido razón todo ese tiempo respecto a ellos dos.


Con ambas ya en San Francisco, un nuevo conflicto surgió. Lupe había convencido a Juliana de que era momento de que cumpliera su sueño y montara su propio café. Pero el dinero que tenía no era suficiente, por lo que la morena consideró que la mejor opción era solicitar un préstamo al banco. Mientras que Val sostenía que ella misma podía darle lo que le faltaba, el dinero de la herencia de su abuelo. Pero Juliana, siempre tan testaruda, se negaba rotundamente.


Happiest Season - Adaptación JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora