En la elegancia del palacio, la servidumbre tiritaba de la angustia y la desesperación. La duquesa había recaído en espasmos y contracciones, se lamentaba en quejidos desoladores. El nacimiento de su segundo hijo se aproximaba.
Recordaba con aflicción el momento del parto de su primogénito. No obstante, captaba la situación en la que se encontraba, el parto se estaba complicando. ¿Cómo no notarlo? Cuando su criada principal se conservaba en silencio.
Mientras el quebrantado bullicio se originaba en uno de los aposentos. En el salón, un pequeño de ojos deslumbrantes pigmentados en un tenue color cárabe, se entretenía con una de sus últimas adquisiciones, un obsequio concedido por un excepcional caballero. Se trataba de un coche decorado en retazos de piedras extravagantes.
En el instante en que trató de intercambiar el coche con uno de sus apreciados caballos, escuchó un grito desgarrador. Reconocía aquella voz, provenía de su madre. Por un instinto de inquietud, se apresura al lugar de origen, entre pasos torpes, intenta acortar el camino. Sin embargo, se topa con dos piernas largas, eleva su rubia cabeza y lo que recibe es un rotundo no con una seña de negación.
Con sus cortos y bronceados brazos, aparta la presencia del mozo en un intento en vano. Ansiaba saber qué ocurría, ¿Le estaban haciendo daño?
Antes de esparcir una cristalina lágrima en sus doradas mejillas, un personaje conocido atraviesa la entrada del aposento principal, se regocijaba con gracia y una exorbitante sonrisa se plasmaba en su rostro. En sus brazos, reposaba un edredón con detalles dorados e hilos de un color similar al zafiro, con delicadeza, lo alza en son de adoración, repitiendo innumerables veces la misma frase de emoción.
-¡Un niño! ¡Uno saludable y vigoroso!- vitoreaba el señor de cabellos cenizos. Sus pestañas descansaban en sus pómulos y sus mejillas dolían por la inmensa sonrisa que lucía.
La confusión reflejada en el rostro del de cabellos de oro acompañado de un pequeño gesto de desconcierto, se cuestionaba a qué se debía la exaltación de su padre. Sus expresiones cautivaron la atención del escudero que se encontraba en el margen del portón. Con un atisbo de indecisión se aproxima al menor.
-Milord, su hermano ha nacido- le mencionaba mientras trataba de alcanzar una altura semejante al del pequeño manteniendo una respetada distancia.
Una mueca difusa y pensamientos embarullados, Jay comprendía que el nacimiento de su hermano estaba previsto en este mes, mas la percepción de conocerlo fue totalmente distinta. En su mente, perduraba la representación de ambos divirtiéndose con sus coches de colección o correteando en el vasto jardín posterior; sin embargo, ¿Por qué su menor hermano continuaba cobijado en aquel edredón y a qué se debía su diminuto tamaño?
Para concluir con sus dudas y consumar la vacilación de su mente, iba a aproximarse a su padre. Mas este se ubicaba en el marco del ventanal acompañado de la servidumbre y ciertos caballeros que habían agraciado el castillo con su presencia. Todos aglomerados y próximos al duque, conmocionados por la llegada del menor. Mientras que exclamaban halagos y adulaciones al pequeño.
No resultaba una agradable idea, interrumpir la conversación. Con un rostro afligido decide dirigirse a su recámara; sin embargo, su revoltoso lobo interno insistía en jugar, no iba permitir aplazar una sesión de juegos.
De inmediato, surge una idea, en algún recóndito espacio de su inmenso baúl de juguetes debía estar ese preciado obsequio.
Entre pasos y risas contagiosas, busca lo que tanto ansiaba. Desde hace un buen tiempo, consideraba obsequiarle a su hermano uno de sus primeros recuerdos, un muñeco de felpa de un color como la nieve, con orejas puntiagudas y extremidades delicadas, un precioso gato. Aunque existía el leve problema de que estaba resultando muy díficil encontrarlo, pues Jay había dejado de entretenerse con sus muñecos de felpa y le atraían con mayor curiosidad, su ostentosa colección de coches.
Pero quizás su hermano tendría similares gustos como los de él en sus inicios. Deseaba que así sea.
Con poca fuerza apartaba los demás juguetes del baúl, de manera inesperada, una pequeña oreja se asomaba en el fondo. Una gran sonrisa reluce, toma de una de las extremidades del muñeco que termina aterrizando en el suelo. Claramente, estaba satisfecho con su búsqueda.
Nunca lo había colocado un nombre, ya que no veía la necesidad de hacerlo. Pero probablemente ahora se lamentaba de no haberlo hecho; por ello, solo susurraba "gatito" y acariciaba con lentitud su cabeza, reposado al pie de la cama.
Por la nostalgia de los recuerdos y por la sutileza de sus labios que formaban una ligera o, mientras se empequeñecían sus ojos, Jay se rendía ante el sueño.
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Eyes Of The Sun ʷᵏ
Фанфик─── ❝¿Quién osaría a posar una desprevenida vista en un angelical ser? ❞ ⤷ No copias y/o adaptaciones. ⤷ Historia completamente mía. ɞ Obra registrada en Safe Creative: 2101026484220 ७ Portada hecha por @-sungtiny ♡