ZERO

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Como un día cualquiera de marzo.

Estaba lloviendo a mares, cada gota parecía ir a cámara lenta con una curvatura única, que caía poco a poco hasta ser retirada por el parabrisas para dejar una mejor visión de la calle mojada por las continuas lluvias torrenciales que se habían presentado casi una semana seguida sin parar un solo minuto.

Manejar en esta dirección ya era casi parte de su horario; al fin y al cabo era lo que usualmente hacía luego de un día de mierda como el que acababa de pasar hoy; no exactamente todos los días, pero desde que se casó, habían aumentado poco a poco, como las discusiones en casa, como cada berrinche de parte de su hermosa hija y de sus dos hijos pequeños por la falta que les hacía su madre cada que salía de noche con quien sabe dios quien, como cada queja que su esposa le daba por algo que faltaba en casa, cuando claramente él le había dado una tarjeta para especialmente los gastos del hogar.

Él lo tenía perfectamente cubierto, no entendía que pasaba.

¿A dónde iba lo que se suponía que daba para su familia?

Eso ahora era lo que menos le importaba, lo que era de su presupuesto propio podía cubrir tranquilamente por varios años las necesidades de sus tres pequeños hijos.

Vio por segunda vez un semáforo con la luz roja, preguntándose nuevamente si era correcto ir a aquel lugar, pero al ver que casi en automático cambio la luz a una verde, lo tomó como si el mundo le dijera que siguiera sin importarle nada.

No había olvidado a sus hijos, y como sabía perfectamente que su esposa no haría acto de presencia en donde se suponía estaban sus "pequeños" toda la tarde, los llevo a que pasarán tiempo con sus abuelos, pidiéndoles de favor que les echen un vistazo mientras él terminaba de hacer ciertos asuntos pendientes que tenía en lista.

Ya eran casi las seis, sus hijos ya habría tomado su cena y en media hora irían a la cama, como siempre lo hacían.

Al menos saber que sus padres los cuidarían como si fueran suyos le daba una calma que era indescriptible ahora, luego de mucho tiempo.

Estacionó afuera del local color negro, justo en una esquina bastante concurrida, con unas gigantescas letras neón que señalaban: The Free Place, el mejor lugar para pasar el tiempo libre y gastar un poco de energía.

Si saben a lo que me refiero...

Las puertas de cristal oscuro le daba un toque de elegancia que solo ese lugar sabía tener sin llegar a parecer obsceno ni que se supiera lo que en realidad era el negocio ahí dentro.

Un lugar bastante decente y perfecto para mantener un perfil bajo entre tantos empresario de alto rango.

Ahí dentro todos eran socios.

Nadie decía nada por miedo a que digan algo de ellos. Ahí todos tenían los mismos gustos perversos, todos eran cómplices en ese pecaminoso camino.

Por algo el nombre.

Bastante explícito.

Jungkook entraba sin que le tiemble el paso, ya lo conocían ahí, y todos sabían ambos lados de la historia.

Todos sabían del engaño de parte de su esposa con uno de los subordinados en su empresa, un miserable. Todos sabían de todos los viajes al extranjero que se daba con el dinero de su esposo, dejando de lado al resto de su familia.

A sus hijos...

Esa mujer era sencillamente una escoria, una persona tan manipuladora que ya llegaba a dar pena que su esposo sabía perfectamente de eso y aún así la mantenía en un altar de oro y le ponía una vela cada semana; todo por un matrimonio que apenas decir el «sí», se había ido todo al infierno.

𝗣𝗢𝗜𝗦𝗢𝗡 | ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora