ONE

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La historia quizá se había contado demasiado rápido.

¿Cómo es que dos completos desconocidos habían logrado terminar juntos por la maravillosa obra del destino?

—¿Puedes ir a darle estos papeles a la tía? —pregunto Hoseok saliendo de US habitación con unas hojas recién impresas con algunas copias de los cheques que habían llegado al correo esas mañana. —Debo hacer algo urgente ahorita mismo y creo que esto es algo importante... ¿Podrías?

—Déjalos sobre la mesa —gritó Jimin desde el baño.

—Muchas gracias. Te debo una enorme. Te amo, Minnie, me llamas cuando lo hayas hecho —dijo y a los segundos se escuchó como cerraba la puerta principal.

Rodó los ojos y terminó de asear su rostro recién despertado.

Era casi las diez de la noche pero él era un ser totalmente nocturno así que dormía en la tarde y luego se la pasaba estudiando o leyendo algo interesante en la biblioteca que había en esa parte de la ciudad, que por milagro de la inculta sociedad, siempre se encontraba abandonada, con una luz tenue y cientos de libros a su completa disposición las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.

Salió del baño, dio una mirada al sobre de papel y salió del departamento que su tía les alquilaba mientras ambos estudiaran y estén bajo su cargo.

—¿Cuantos millones estaré llevando? —se preguntó aunque no tenía la más mínima intención de saberlo.

Sabía del trabajo que su tía lideraba.

Y no iba a criticarla porque gracias a eso, muchas chicas y chicos vivían mejor que como lo estarían haciendo si se hubiesen quedado en la calle.

Tenía una regla.

Una que su tía le había impuesto.principa: —Jamás entres por la puerta principal.

Le hizo caso omiso y empujó la puerta que se abrió sin problemas y una oscuridad rojiza lo cegó por un momento fugaz.

—Jimin —lo llamó la chica que estaba en la recepción.

Tenía el ceño fruncido y estaba inclina hacia adelante como si estuviera intentado jalarlo de la camiseta que él llevaba puesta. Cosa que no iba a lograr porque era muy pequeña para eso.

—Hola, Minerva —saludó sin acercarse mucho a ella.

Todas las chicas tenían un nombre en código porque así podían cubrir sus identidades de los enfermos que iban a desquitarse sus tensiones con ellas a cambio de un pago bastante alto. Ella era una de las primeras muchachas que había conocido cuando su tía lo adoptó para que no fuera a terminar en un orfanato del que no sabía nada. Minerva había sido la hermana mayor que siempre quiso tener pero a veces se excedía al momento de cuidarlo, era demasiado sobreprotectora.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a dejar unos papeles —y levantó el sobre.

—Pues podrías haber entrado por la puerta trasera, ¿no crees? —masculló intentando no mover sus labios mientras mantenía una sonrisa en sus labios para el resto de clientes.

El rubio sonrió con burla y volteó hacia los hombres con traje que esperaban en la sala.

Nadie se dirigía la palabra.

Sabía que todos se conocían pero ahí se consideraban completos desconocidos.

—Venía a saludar...

—Anda con tu tía antes de que alguien te quiera —lo espantó sacudiendo la revista con las diversas fotos de los muchachos que estaban disponibles y en donde también se mostraban sus precios. —Sabes que no puedes decirles que eres su sobrino así que lo mejor es que te vayas. Yo le diré que la puerta de servicio estaba ocupada. Vete.

𝗣𝗢𝗜𝗦𝗢𝗡 | ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora