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El amargo olor a alcohol continuaba impregnado en sus ropas. Era acompañado por el seco aroma de un par de cigarros que había fumado entre el frenesí de la noche y la tranquilidad de la mañana. Y por un perfume masculino que a pesar de su prohibición en el templo, le había sido imposible no obtener tras alistarse a prisas con aquel desconocido. 

Su ropa era quizá demasiado reveladora para el lugar al que se dirigía. Unos bluejeans claros, rotos a la altura de la rodilla; un croptop simple de un sólido negro; una chaqueta de mezclilla del mismo claro color; y unos tenis blancos. Un conjunto que "no dejaba nada a la imaginación" según sus miembros más "cercanos" de la iglesia.

Había aprendido a la mala que las drogas junto con el alcohol además de dar mayor éxtasis, daban las peores crudas imaginables.

Ya había tomado varias pastillas en busca de callar las infernales punzadas en su cabeza, y no había conseguido nada más que terminarse una caja entera de paracetamol.

Al menos agradecía que Rusia no fuese a visitarle el día de hoy.

Observó la gigantesca puerta de ébano por unos segundos. Pronto la madera crujió, acentuando su dolor, y haciéndole saber que ,aunque fuese de manera lenta, le abrían con supuesto respeto.

Las puertas se abrieron de par en par tras casi un minuto entero. Dos jóvenes de apenas 17 y 18 años respectivamente lo miraban con claro desprecio y superioridad.

Les sonrió, sabiendo que no podían hacer más que mostrarle sus verdaderos sentimientos con la mirada.

Caminó entre los oscuros pasillos, escuchando los murmullos de quienes lo juzgaban en silencio, las miradas de asco al suponer su pecado, e incluso las intensiones lujuriosas de unos pocos.

Continuó avanzando con su gigantesca audiencia a espaldas. Con murmullos cada vez más altos, toqueteos que hacían pasar por bromas y la clara petición de los segundos a cargo por que finalmente abandonase el templo y viviese bajo algún puente como buena puta en que se había convertido.

Intentó ignorar tanto como pudo los toques y acoso, tratando de alejar las manos que se aferraban a su cintura y culo, apartándose de quienes susurraban propuestas e insultos en su cuello, y fingiendo no escuchaba los casi gritos.

Se sintió salvado en cuanto llegó a la puerta de su habitación. Se separó de todos con dificultades. Entró a su cuarto y antes de que alguien se le pudiese unir a "sus planes de puta", cerró con seguro la puerta.

Se dirigió cansado a la modesta cama. Sin esperar más se dejó caer sobre la suave superficie.

Sólo era un día más. No era como si le respetaran. No era razón por la que sentirse sucio.

🌫

Odié demasiado el capítulo, pero bueno.

Religioso || Rusia x VaticanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora