Oscurecía. Se lograba divisar a una persona entre la oscuridad que componía la noche. Estaba leyendo, pero algo, o mejor dicho, alguien, interrumpió ese momento de tranquilidad. Era Billy, que entró en mi dormitorio para comentar algo que, a su parecer, claro, era más interesante. Aunque, en su cierta medida, si lo era.
-Sabía que estabas despierto. Tienes esa extraña costumbre de leer todas las noches. Sinceramente, no te comprendo.-
-¿Qué quieres?- Dije yo de forma brusca.
No me importaba en lo más mínimo lo que mi hermano mayor quisiera decirme, solo quería que se fuera y continuar leyendo el libro que sujetaba, con fuerza y delicadeza, entre mis manos. Pero cambié de opinión bruscamente cuando Billy comenzó a hablar.
-Nuestra querida prima vendrá a pasar unos días aquí-
Le miré sorprendido. La verdad es que no me acordaba muy bien de esa prima mía, hasta tal punto de creer no haberla visto nunca.
-¿Y de que prima, si se puede saber, estás hablando?- Pregunté curioso finalmente.
-De Elizabeth, por supuesto-
Yo seguía sin acordarme, y cuando le iba a preguntar de nuevo a mi hermano mayor, este se marchó repentinamente, aunque no me extrañó mucho, pues era muy tarde.
Me quedé pensando toda la noche acerca de esa prima mía, pero más tarde me quedé dormido, concluyendo así mis pensamientos, no solo sobre Elizabeth, sino también sobre como Billy había conseguido tal información y por qué mis padres no me lo habían comunicado de igual manera.
A la mañana siguiente me levanté un poco tarde, pero mis padres no se preocuparon demasiado, así que bajé hacia el comedor para desayunar muy tranquilo. Allí me senté en mi silla habitual y conversé con mi padre sobre un tema, sucedido la pasada noche, que me interesaba mucho.
-Padre- comencé a hablar -me gustaría preguntarte una cosa-
He de reconocer que no sabía cómo empezar la conversación sin que esta sonara acusadora, pero me lancé sin pensar, cosa que siempre me habían enseñado las consecuencias, era mejor no hacer. Pero esta vez, las cosas no salieron del todo mal.
-Ayer por la noche Billy me hizo una visita a mi dormitorio- Mi padre se mostró confundido, así lo expresaba su cara, pero como no dijo ni una palabra, proseguí- Me comunicó que una visita vendría a pasar unos días aquí, a casa, por lo tanto, te quería preguntar a ti personalmente, si eso era cierto-
Reconozco que en los segundos en los que mi padre se tomó la molestia de tenerme en ascuas, llegué a pensar que le había ofendido con esa muy discreta acusación, pero afortunadamente para mí, una pequeña sonrisa se le formo entre los labios, como si quisiera disimular el gesto repentino que se le había formado en la cara.
-Veo que ya te has enterado- dijo aún con esa forma en su boca- pues sí, viene tu prima, Elizabeth, aunque eso también lo sabrás, ¿no es así?- yo asentí. ¿Para qué negarlo si ya lo sabía? Aunque seguía teniendo una duda que me carcomía el cerebro.
-Padre, por curiosidad, ¿Quién es esa prima?-
No quise parecer muy confundido, pero creo que mi cara y las palabras que utilicé se pusieron en mi contra, pues mi padre tenía ahora una expresión un tanto seria, pero a la vez de notable asombro. Pero no pudo contestar a mi pregunta pues mi madre entró en el comedor. Iba vestida con un vestido que le llegaba hasta los tobillos. En su mayoría era beige y por la mitad tenía otra capa más ceñida al cuerpo, de un color anaranjado. Las mangas no eran del todo largas, sino que su final estaba debajo de los codos. Estaba muy guapa, aunque, pensándolo bien, con todo lo que se pusiera estaba guapa. Mi madre venía de una familia muy rica, y desde muy pequeña había tenido todo lo que quería. Se casó con mi padre a los diecinueve años, cuando él tenía veintinueve. Su boda estaba planificada casi desde que nació mi padre, pues ambas familias se conocían. Los Jones eran muy ricos, como la familia de mi madre, los Pierce, pero no tanto, así que casaron a mi padre, Albert, con la bella Leonore, mi madre. Más tarde, cuándo mi madre tenía veinte, nació mi hermano, que ahora tenía dieciocho. Yo le seguí dos años después.
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El Juego
HorrorToda mi vida me la había pasado dando por hecho las cosas, hasta que mi hermano me advirtió de la llegada de mi prima, Elizabeth. Esos días mi percepción de la vida cambió, pero algo en ella no era normal. Que pena que lo descubrí de una manera hor...