Al terminar de comer, me dirigí a la biblioteca. Elisabeth no había aparecido por el comedor, (menos mal que mi padre no lo sabía), había pensado que a lo mejor podía estar allí. Cuando llegué. Pude comprobar que lo que había imaginado, era cierto. Allí se encontraba mi prima, sentada en un sillón carmesí, con un libro entre las piernas. Lo leía con mucho interés, eso reflejaba su cara. Tenía las cejas ligeramente arrugadas y los ojos fijos en las finas páginas blancas. Me acerqué lentamente, procurando que no me viera. Al llegar hasta el asiento donde ella reposaba, solté un casi inaudible "buu" cerca de su oído y, automáticamente, Elisabeth pegó un saltito.
– ¿Qué haces? –me gritó
No me esperé su reacción por lo que, esta vez, el salto lo di yo.
–Te he venido a buscar– me excusé –, no has estado en la comida–
Tras dedicarme una dura mirada, me estuvo contando, fascinada, el libro que había encontrado rebuscando entre las infinitas estanterías.
–Te lo puedes llevar a tu dormitorio, por si quieres leértelo más tarde– Tras decir esto, su cara se iluminó
Fue en ese momento cuando descubrí que convivir con mi prima durante estos meses, no sería tan aburrido.
Estuvimos toda la tarde hablando sobre literatura, recitando poemas e insultando y alagando a distintos personajes de nuestros libros favoritos. Nos enfadamos varias veces al nuestra opiniones chocar, pero acabábamos riendo, como siempre, de alguna tontería.
Sobre las seis, cuando ya empezaba a anochecer, un ruido nos hizo detenernos en seco. Corriendo, salimos de la biblioteca, e intentamos averiguar de dónde había provenido el sonido. Miramos por todas partes, y al girar la esquina para poner rumbo a los dormitorios del ala oeste, la vimos. Mi madre yacía en el suelo y, nada más verla, mi corazón se aceleró. La vista se me nublaba por momentos y mis rodillas comenzaron a flaquear. Caí al suelo y me arrastré hacia ella mientras gritaba el nombre de mi hermano. Billy acudió en seguida, aunque lo primero que hizo fue agacharse junto a mí, agarrarme la cara con sus manos y hacerme mirarle a los ojos.
–Hey– me susurró –, tranquilo. Tienes que calmarte, ¿Vale? – Lentamente mi respiración fue disminuyendo –Venga, levántate, vamos a ayudar a mamá.
Me fui incorporando bajo la atenta mirada de Elisabeth, apoyándome en el brazo de mi hermano. Fijé la vista en mi madre para ver la gravedad de la situación. Realmente, no parecía nada del otro mundo. Tenía una pequeña herida en la cabeza y se le estaban formando moratones en los brazos y piernas. No estaba inconsciente, como yo pensaba, y parecía estar más preocupada por mi pequeño ataque de pánico que por su caída. Aunque tenía sentido. Un poco avergonzado, comencé a intentar levantarla y, tanto mi hermano como Elisabeth, me ayudaron. Lentamente, bajamos al salón, donde la colocamos delicadamente en uno de los sillones.
– ¿Estas bien, mamá? – preguntó Billy
Él siempre llamaba a nuestra madre de aquella forma, mientras que yo siempre la había llamado "madre", de una forma un poco más formal. Para nada era porque mi hermano quisiera más a mi madre que yo pero, desde siempre la había llamado así y me parecía bastante extraño hacerlo de una forma más cariñosa. Nunca había sido de otra manera. No me gustaba mostrar mis sentimientos en público, y con eso me refería a TODO EL MUNDO.
–Sí, sí, no te preocupes– intentó tranquilizarnos –, se me pasará antes de la fiesta
Billy sonrió ante la mención de esa palabra, le sonaba a diversión, en cambio a mí, a mí me sonaba a terror, a ansiedad y a personas, demasiadas personas.
– ¿De qué fiesta estás hablando, tía? – preguntó finalmente Elisabeth
Mi prima solía coger confianza en seguida con las personas, justo lo contrario a mí. Por esa razón, nos tuteaba a todos, menos a mi padre.
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El Juego
HorrorToda mi vida me la había pasado dando por hecho las cosas, hasta que mi hermano me advirtió de la llegada de mi prima, Elizabeth. Esos días mi percepción de la vida cambió, pero algo en ella no era normal. Que pena que lo descubrí de una manera hor...