Capítulo 2

17 2 0
                                        

La tarde de un 24 de junio no muy caluroso, llamaron a la puerta, consiguiendo que me sobresaltara al no esperar la visita. Extrañado, salté de la silla en la que me encontraba y, como siempre, con un libro entre las manos abrí la puerta de mi dormitorio. Asomé la cabeza para mirar sin ser visto, con curiosidad, y al no conseguir distinguir nada, acabé por salir del todo al largo pasillo, con ese toque victoriano, para seguir espiando. Se escuchaban algunas voces. Logré reconocer la de mi padre, que hablaba con un tono tranquilo con otra persona, aunque como siempre, mi querido progenitor, nótese el sarcasmo, no le permitía a la otra persona hablar casi nada. La dulce voz de mi madre, por otro lado, no aparecía por ningún lado, aunque no me extrañaba en lo más mínimo, pues la buena Leonore siempre quedaba opacada bajo mi padre, como casi todo el mundo.

Decidí que bajar a la planta principal sería una mejor idea que quedarse esperando a descubrir nada, así que, lentamente, fui bajando por los escalones, cubiertos con una alfombra aterciopelada de dibujos extraños, paso a paso para llegar sin hacer mucho ruido.

Al ver lo que pasaba, no pude evitar poner una cara de asombro. En el recibidor se encontraban mi padre, con su sonrisa bonachona; mi madre, quieta y con la misma postura de siempre, como un fantasma; un hombre alto y apuesto parecido a mi padre y a su lado, como un perro obediente, su mujer. Delgada y huesuda, escondía tras de ella a una persona, que solo dejaba ver sus rizos dorados y su vestido celeste con algunas motas más oscuras. Cuando su padre la empujó para que saliera de su escondite, la pude apreciar con más detalle. Su cara de piel aterciopelada reflejaba temor, y sus ojos, de una azul hipnotizable, miraban a su padre con cierto reproche y sus labios, apretados y de un rosado color, parecían estar hechos a medida de su pequeña pero tierna cara; Tenía una estatura intimidante comparada con la edad que aparentaba, y aunque llevaba ese vestido, apretado de las caderas para arriba, pero muy suelto por la parte de la falda, se lograba deducir que tenía un buen cuerpo. Cuando sus ojos se posaron en los míos, lo único en lo que pude pensar fue:

Elisabeth.

Estaba aquí, y solo podía abrir y cerrar la boca como un estúpido. La boca de mi prima formo una preciosa sonrisa, que me dejó apreciar sus dientes, blancos como perlas. Al parecer ella esperaba atenta a que pronunciara alguna palabra, pero antes de que pudiera presentarme, se me adelantó el idiota de mi hermano que, como siempre, con sus encantos, logró ensanchar la sonrisa de Elisabeth diciendo su nombre. Luego, después de que Billy depositara un suave beso en los nudillos de la mano de mi prima, esta me miro a mí, esperando atentamente a que hiciera lo mismo que mi hermano.

-Soy Ethan- Fue lo único que pude articular, con una cara no muy agradable.

La risa de Billy se escuchó como un eco, recordándome lo patético que parecía, estando allí, sin saber hacer nada más que usar las palabras para demostrar de que era capaz. Podía notar la mirada seria de mi padre sobre mis hombros, que expresaba toda la decepción que sentía hacia mí en ese instante y en muchos otros.

La voz chillona de mi tía resonó en descansillo al lanzarse a los brazos de mi hermano y míos, para casi gritar, asombrada, lo tanto que habíamos crecido, sacándome de aquella incómoda escena que había provocado mi sosa presentación. Todavía en los brazos de Mary, pude apreciar como Arthur, mi tío, se llevaba a Elisabeth a otra habitación, casi a rastras. Los ojos de mi prima y los míos conectaron en un momento de desesperación por parte de ella, y yo, confundido y sin saber que hacer, seguí con la mirada la escena. Cuando la puerta de la sala donde se habían metido Elisabeth y mi tío se cerró, mi tía nos soltó, no sin antes darnos un sonoro en la mejilla a cada uno.

Yo seguía extrañado por el comportamiento de mi prima hacia lo que acababa de pasar.

Luego comprendí todo y me arrepentí profundamente por no haber hecho nada para impedirlo.

El JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora