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Cuando ya creíamos estar a salvo decidimos parar por fin de correr, para buscar un lugar a salvo.

⟨Pov Gustabo García⟩
‹Afueras de El Pueblo›

Siguiendo mi instinto, busqué un buen lugar donde empezar a cavar lo que sería mi madriguera. Horacio y Segismundo me siguieron ya que era el que mejor sabía dónde estaríamos a salvo.

Caminando un poco más llegamos a un bosque no muy frondoso pero lo suficiente para que los habitantes del pueblo del que acabamos de escapar no nos vean.

Para cuando estuvimos más dentro del bosque vimos una montaña con algunas cuevas que podríamos utilizar para resguardarnos un tiempo. Tal vez tendría que dejar de lado mi idea de madriguera pero por lo menos estaríamos a salvo.

Segismundo fue el encargado de entrar y asegurarse de que no hayan otros depredadores en la cueva, al tener el visto bueno entramos y nos volvimos a transformar a nuestra forma humana con la diferencia de que todos dejamos nuestras colas y orejas afuera, para poder estar más alertas al peligro.

—Horacio, ¿Recuerdas el camino a Los Santos?—.

—Sí, justamente tenemos que pasar estas montañas, caminar un poco más y ya estaríamos en la ciudad. Aunque si mal no recuerdo detrás de estas montañas justo esta lo que llaman El Norte, o así ponía el mapa— encogiéndose de hombros, abrazo a Segismundo de la cadera y lo refugió en su pecho. Entendiendo la indirecta me acerqué y me acurruqué en Segismundo.

Siempre que íbamos a dormir buscábamos acomodarnos según el tamaño, en nuestra forma de humanos siempre es Horacio, Segismundo y yo, pero en nuestra forma de animales Osito cambia de lugar con Segis, siendo yo siempre el más chiquito.

En poco tiempo fuimos cayendo dormidos, había sido un día bastante agitado y estábamos muy cansados.

⟨Pov Segismundo García⟩
‹Cueva en el bosque›

Podía escuchar un ruido constante, todavía estaba lejos pero parecía acercarse cada vez más. Me desperté rápidamente para poder estar atento y proteger a mis amigos. Sabiendo que si era otro híbrido podría ser un alfa u otro animal más grande intenté despertalos.

—Chicos, despierten vamos. Alguien está viniendo—.

Gustabo fue el primero en despertar, no tenía el sueño tan pesado, a diferencia de Horacio quien parecía un oso invernando. Le dejé la tarea de despertarlo mientras me acercaba a la entrada del lugar, a paso sigilosos y dejando crecer mis dientes y garras.

Pensaba atacar a matar si era necesario, no era la primera vez que lo hacía, ni mía ni de mis hermanos.

Los pasos, que ahora identificaba como de una persona, se acercaban cada vez más y parecía que iba murmurando cosas que poco podía entender. Pronto Gustabo y Horacio se pudieron al lado mío. Nos miramos y asentimos al mismo tiempo, dando a entender que nos teníamos que transformar para poder atacar de una mejor manera.

Estando en nuestras formas animales, Horacio se colocó en la otra esquina de la boca de la cueva, y Gustabo salió para empezar a cavar rápidamente un pozo, del que saltaría cuando el intruso se acercara.

Me encogí en mi lugar para pasar desapercibido y al saltar ir más alto y fuerte, sin pensarlo empecé a mostrar los dientes y gruñir suavemente mientras todos los pelos de mi espalda se erizaban, mostrando que estaba preparándome para atacar.

Cuando una silueta se dejó ver por fin, Horacio ladró en señal de advertencia, terminando en un aullido para hacerle saber que no era un simple perro. Gus dejó salir sus feromonas para marcar el territorio, instinto de los zorros cuando no quieren dar a conocer su lugar de ataque.

¡Híbridos en peligro! - Pausada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora