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Su pecho dolía con gran intensidad, el ardor era casi insoportable como para respirar con normalidad, su cuerpo estaba empapado de sudor que llegaba a ser incluso fastidioso y el aire caluroso lo sofocaba aún más. La semana había sido pesada, su agenda había estado completamente llena y su cabeza le dolía a horrores debido a la falta de sueño.

Desde su llegada a Japón, había estado preparando los últimos detalles de su presentación y todo el trabajo lo estaba dejando con un humor insoportable.

La decisión más obvia era tomar un respiro, pero su perfeccionismo no se lo permitiría ni en un millón de años. No importaba cuan cansado estuviese, dejaría de ensayar hasta quedar satisfecho.

—Te estás perdiendo un tiempo, necesitas ser más rápido—su director de actuación llevaba tiempo corrigiéndole un movimiento debido a la lentitud de sus pies.—Te estancas al momento de girar y ocasiona que no llegues a tiempo a la siguiente formación.

—No me repitas lo que ya sé—Jeon contesto sin aliento, sus manos apoyadas sobre las rodillas.

—¿No crees que deberíamos dejarlo por hoy?—ignorando el tono tosco del menor se atrevió a preguntar — tal vez tus bailarines no lo dirán, pero están exhaustos al igual que tú.

De no haber sido por aquel comentario, no se hubiera tomado el tiempo de percatarse de los demás, observó a través del espejo a sus bailarines quienes pedían a gritos detener de una vez por todas el ensayo e irse directo a la cama.

Dirigió su vista hasta el reloj, marcaba las tres de la mañana, todavía le quedaban energías, pero era consciente de que no podía poner en riesgo la salud de quienes lo ayudaban ni mucho menos la suya. Sus piernas ya no daban para más y no quería sufrir alguna fractura ni tampoco lastimar su garganta o desafinar su voz.

El silencio se hizo presente. Varias miradas curiosas no tardaron en dirigirse hacia el cantante, ansiosos e impacientes por recibir las próximas indicaciones.

Finalmente, Jeongguk suspiró.

—De acuerdo, un ensayo más y nos largamos.

Con la mayor velocidad del mundo, todos se colocaron en sus lugares correspondientes, nadie tenía intenciones de provocar al menor haciéndolo esperar ni mucho menos que este cambiase de opinión.

Desde que la música dio inicio, Jeongguk bailaba y cantaba con el mismo potencial que cuando empezó, aunque hubiera practicado durante todo el día.

Sus pies se movían con tanta fluidez, su cuerpo ya no se sentía sofocado y desaparecía la tensión que existía en el, huyendo de su propio encierro y finalmente estirar sus alas con tal de liberarse estando dentro o fuera del escenario. Su mente se desconectaba del mundo y solo existía la pasión y el amor por la música en ella, capaz de desaparecer todos aquellos temores y demonios que lo abrumaban día con día.

Pero siempre llegaba el momento donde debía volver a poner los pies en la tierra.

La música se detuvo, la realidad lo azoto una vez más como si fuera una cuchilla atravesando su pecho, lo que causó que soltara un suspiro y comenzará a perderse en su melancolía. Queriendo borrar todo rastro de sentimiento abatido, inmediatamente se giró hacia todo su personal.

—Es todo por hoy, pueden irse—sin dejar de ser cortes, inclinó su cuerpo dando las gracias.

Los demás aplaudieron como agradecimiento ante el duro trabajo realizado y abandonaron la sala en total tranquilidad. 

El castaño se tomó un momento para descansar y se desplomó en el suelo recargando su espalda contra el inmenso espejo que se encontraba allí, limpio un poco de su sudor que caía por su frente y cerró sus ojos en un intento de calmar su corazón que latía con intensidad.

Egotistic ❦ KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora