• III •

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Please, come home for Christmas

Daniel sabe que ha mirado el reloj más de lo debido y de inmediato intenta pensar en otra cosa.

Tal vez el tráfico se atravesó en su camino. Daniel siempre ha sido un chico de ciudad y ha vivido el tiempo suficiente en el Valle como para saber que en días como ese, las calles se llenan como para que el ruido estrepitoso se apodere de la carretera. Daniel intenta convencerse de eso hasta que lo logra.

Pasa una hora y Johnny todavía no ha llegado.

Ninguno de ellos estableció un horario. De hecho, no tocaron el tema hasta que Johnny se fue la noche anterior, pero recordaba haberle dicho que la cena siempre estaba lista a las 7. Daniel supuso que Johnny habría comprendido que estaba bien si llegaba media hora después. No tendría corazón para reclamarle de todos modos.

Tal vez lo olvidó, aunque es difícil de imaginar cuando Johnny realmente parecía estar tan emocionado como él.

De nuevo decide esperarlo otra hora más. La cena comienza a enfriarse y opta por cubrirla con papel aluminio. Daniel es paciente y mientras ve un capítulo más de La Ley y el Orden, sigue lanzando vistazos al reloj que está a punto de marcar las 10. Cuando faltan casi 20 minutos para las 11, en el momento en que interrogan al sospechoso por haber asesinado a una niña, es cuando se rinde y termina apagando el televisor.

Es un hecho que Johnny no va a venir y su ánimo termina yéndose por la borda. De haber sabido que lo dejaría plantado, habría aceptado la invitación de Richard, su compañero de trabajo, y asistir a la cena de Navidad con los demás miembros. Sin embargo, no es del tipo que gusta de quedarse hablando de negocios como si fuera todo un aristócrata.

Al final, Daniel no le ve el sentido a molestarse. Es obvio que algo tuvo que haber sucedido. Tal vez se trataba de su madre. Con lo poco que conocía a Johnny, es suficiente para saber que la antepondría ante cualquier situación, y bueno ¿quién no? Si Daniel estuviera en sus zapatos también lo haría. Tendría que ser un mal hijo como para darle igual. Y si algo tiene claro, es que Johnny podría ser y haber hecho cualquier cosa, pero no es un mal hijo.

Se da el tiempo para analizar la situación cayendo en la conclusión de que, si debía de existir un culpable en todo esto, ese debe ser su padrastro. Y por más que quisiera culpar un poco a la madre de Johnny, no puede. Después de todo, Lucille hizo lo mismo al traerlo a California. Ambas tenían el mismo motivo y esa era otra de las cosas que los dos podrían tener en común.

Mientras guarda los platos, el toque brusco de la puerta acaba por sacarlo de sus pensamientos.

Daniel corre trastabillando sin ponerse a pensar que es extraño que alguien llamase tan tarde a su puerta, pero está lo suficientemente cansado como para detenerse a hacerlo, así que solo la abre.

A Daniel le toma un instante analizar lo que está viendo frente a él.

El cabello rubio revuelto, ojos caídos y rostro demacrado. Hay un pequeño moretón en el pómulo derecho, suficiente para que Daniel se alarme.

— ¿Johnny?

El rubio lo saluda con la mano dejándola en el aire y solo le da el intento de una sonrisa.

— ¿Qué...? —las palabras mueren en su boca al ver que se tambalea demasiado.

Debido a la oscuridad, no lo nota de inmediato hasta que se acerca un poco más hacia la luz, Johnny tiene los ojos rojos y si tan solo su nariz no estuviera constipada, habría percibido el olor a alcohol también.

—¿Estuviste bebiendo? —pregunta incluso si es evidente.

Johnny trata de dar un paso y pudo haber caído si no fuera porque Daniel logra sostenerlo de un brazo.

ᴠᴇɴ ᴀ ᴍɪ ᴄᴀsᴀ ᴇsᴛᴀ ɴᴀᴠɪᴅᴀᴅ [ˡᵃʷʳᵘˢˢᵒ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora