CAPITULO 1

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CAPÍTULO 1


"Nunca te rindas, no existen los finales, solo nuevos comienzos"— Jojo Moyes.


Gwendolyn

Suspiré. Me aferré del timón de mi Nissan Kicks, en lo que volteaba a mirar a Brinley, mi prima, que salía con seguridad de mi auto. Me hubiese gustado salir con la misma tranquilidad de mi auto, pero a diferencia de ella, yo estaba nerviosa.

Estaba a más de cuatro mil kilómetros de mi hogar, tratando de empezar una vida nueva, sin peligro con mi madre y su familia, pero por más que trataba de actuar con tranquilidad, estaba paranoica.

Yo era nueva en este lugar.

Mi cabeza se asomó por la ventana viendo puros autos y personas saliendo de ellos.

—Es para hoy, Gwen—comentó mi prima exasperada, mirándome desde afuera del auto y yo suspiré—No todos son como Kevin, nena y me rehúso a que alguien te deje otra linda cicatriz en el costado.

Luego de tamborilear mi timón un par de veces más, me resigné. Acá nadie me conocía, no me podían hacer daño ¿Cierto? Salí del auto y caminé a paso seguro uniéndome a Brinley, en lo que entraba a mi nueva universidad. La gente se veía normal y yo me fundí entre ellos con naturalidad, siendo guiada por mi prima hacia mi nuevo salón.

La facultad de ingeniería eléctrica se veía sumamente organizada y no pude evitar sentir esa leve satisfacción de que mi lugar de estudio se veía como un paraíso estudiantil. Verdaderamente una parte de mi se sentía feliz, por el hecho de estar en una universidad decente y sin nadie que me estuviera acosando. Entré al salón y empecé con mi jornada de clases, empezando a integrarme en Los Ángeles.

Con los días transcurridos aquí me iba adaptando más a la universidad

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Con los días transcurridos aquí me iba adaptando más a la universidad. Me había unido a un grupo de estudio de mi salón y ya había aplicado para un trabajo de medio tiempo como mesera de un restaurante mexicano, en el que había sido contratada.

Mi horario se iba llenando y ya podía percibir el orgullo de mi mamá al verme más tranquila en este lugar.

Hoy era viernes y había culminado esta semana con éxito. Recibí un mensaje de Brin, diciéndome que le diera cinco minutos que me encontraría en la entrada para podernos ir un rato antes de que me tocara trabajar.

Conecté mis audífonos, poniéndome mis lentes de sol, en lo que me sentaba en una de las bancas afuera del edificio a esperarla. Me apresuré a tomarme la limonada que me había comprado, para que el calor no terminara volviéndolo un té de limón.

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