La brisa helada de la mañana resultaba molesta para que los agricultores de Clive terminaran sus tareas diarias, era costumbre en aquellos lugares que cada familia manejara su propio huerto y así abastecerse por sí solos con hortalizas y especias. Aunque la mayoría de las veces estas cosechas se vendían en un mercadillo semanal, que competía con las grandes empresas que querían asentarse en el estado para aumentar su imperio y ganar más dinero. Germán tiene vagos recuerdos de cómo sus vecinos discutían notables veces con el alcalde, para darles una patada en el culo a esos nuevos empresarios que no tenían nada mejor que hacer que intentar enterrar antiguos negocios por los que padres e hijos empujaron para sobrevivir y no caer en el olvido. Estos temas eran el pan de cada día en la mesa donde se desayunaba, se comía y se cenaba.
La casa de la familia Postigo no es de escándalo, una sola planta les bastaba para vivir plenamente y ser felices. La madera y los adornos predominaban en todas las habitaciones, la cocina no era muy grande. Lo que sí era grande, y digo era, porque el progreso impone cambios, fue su jardín, que se vendió por una aceptable suma de dinero como solar para nuevas carreteras. Poco a poco los edificios construidos en la última década sobrepasaron los altos campanarios de la Iglesia. Esos hombres de traje, chulos y malandrines a ojos del pueblo lograron convencer al alcalde para explorar todo Clive.
Por suerte, Germán pudo andar por ese jardín y disfrutarlo desde pequeño, sus primeros recuerdos reproducen las siluetas y colores vivos de las margaritas y amapolas que crecían en primavera, los olores del pasto, las picaduras de los bichitos sin nombre, el canto de los pájaros, posados en los álamos cuya sombra él aprovechaba ya de más mayor para almorzar tumbado boca arriba, con la boca sucia y descalzo saludaba a nubes y aviones, día tras día, hasta que cumplió diez añitos.
El 24 de Noviembre del 2000, fue una fecha importante para su futuro, el año que trajo un nuevo milenio, trajo también un cambio para la familia Postigo.
Caída la noche, la madre de Germán recibió una carta enviada desde Nevada, su extensión era de una carilla y parecía tener todo el aspecto de una carta formal, como enviada por el gobierno, al menos eso intuía él. Su madre lo mandó a dormir y este después de batallar con ella durante más o menos veinte minutos negoció quedarse mientras le ayudaba a terminar de lavar los platos, entonces ella leería la carta y una vez completada la misión, ambos se irían a la cama. No fueron ni cinco minutos cuando su madre rompió en llanto y abrazó a Germán, quien todavía no había terminado de leer esa misteriosa carta, se había entretenido contemplando el escudo de Nevada, la casa retratada le recordaba a la granja de su abuelo, pero aquel puente con altos arcos no lo había visto nunca. Una vez que su madre volvió a respirar de manera regular, se levantó, Germán quedó solo en el sillón donde estaban sentados, y con un tono entristecido y áspero, se dirigió a su hijo:
— Mañana nos espera un viaje largo, no voy a repetir otra vez que ya es hora de acostarse.
Sin esperar respuesta, su madre le dio la espalda y anduvo hasta su cuarto. Engullida por la oscuridad, él la siguió, dormían en el mismo cuarto con camas separadas. ¿Y el padre de Germán?
Eso, es una larga historia.
La brisa de la mañana apareció de nuevo por la noche, fue raro ya que no recordaba que se hubieran dejado las ventanas abiertas. Germán no podía conciliar el sueño, abrió los ojos y todo seguía oscuro, no notaba la presencia de su madre. Susurrando, la llamó repetidas veces pero no le contestaba, puede que estuviera dormida, pero eso no lo tranquilizaba, tenía miedo, a estas horas de la noche incluso su lugar preferido de la casa, el jardín, se convertía en un lugar desconocido y hostil. Ya su propia cama se sentía diferente. Entre sudores fríos intentó cerrar los ojos y no pensar...
Sonó el despertador, y Germán se despertó muy ligero, todo había acabado. Se puso de pie y contempló las vistas que tenía en su nuevo piso compartido. Estaba de nuevo en la realidad, en el presente. Este sueño era más pesado que de costumbre. Le sorprendió que fuese basado en recuerdos tan lejanos. Cuando aquella cabaña de Nevada pasó a pertenecer a su madre.
El día que le avisaron por carta, que su abuelo murió.
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Pórtate bien
RomanceMientras Germán intenta amueblar su cabeza por los problemas que anda teniendo en el "paraíso", un domingo por la tarde Matías, que le apetece mover un poco las cenizas de fuegos pasados, hace que dos corazones que llevan apagados mucho tiempo se re...