WAR AND PEACE │ Shingeki no Kyojin ｢Eren Jaeger｣

Capítulo 03.│ 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐄𝐋𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐃𝐈𝐋𝐔𝐕𝐈𝐎

ATENCIÓN:

✑ Esta historia estará
ambientada en
capítulos del manga
(97-101 apróx).
La nueva temporada
se está emitiendo
actualmente, por lo que
correspondería a los
primeros capítulos.

✑ Puede que haya
algún que otro error
de adaptación con
respecto al mundo
de SnK; considero
que escribir sobre
este universo es un
auténtico reto y no sé
si podré lograrlo
del todo. Pero, al fin
y al cabo, esto es un
ff, así que bueno, es
lo que hay, gg.

✑ La organización
del sistema de
salud es tan ficticia
como este ff.

✑ Sin más que agregar,
espero disfruten de
la lectura.

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Un turbulento mar de viejas memorias no fue lo único que acechó a Katrina tras salir aquella vez de la habitación número veinticinco. No, hubo algo más. Algo mucho más... siniestro.

Fue como si las desgarradoras pesadillas de Kruger tuvieran un alto mecanismo de contagio. Eran pesadillas vivientes, surgidas de algún averno horripilante. Se vio afectada por ellas luego de haber finalizado su turno y haberse recostado cuando poco faltaba ya para el amanecer.

El acto de dormir fue sinónimo de tortura para la joven enfermera. El terror que padeció en sus sueños era tan auténtico, tan real, tan palpable como nunca antes lo había sido. Apenas podía soportarlo. Sus más grandes temores la observaban desde lo alto, miles de ellos, y era incapaz de huir. Lloraba, sumida en la más desamparada de las desesperaciones. Una oscuridad húmeda era el final que se repetía una vez tras otra, y luego, todo se diluía en una aspiración profunda y una abrupta incorporación sobre un colchón consumido por los años.

Despertó sobresaltada en múltiples ocasiones, cubierta de sudor frío y con unos descontrolados latidos golpeando contra su pecho. Tan pronto como recuperaba su ritmo respiratorio, notaba que las sábanas acababan en desastre por sus movimientos inquietos. Por suerte, los alaridos que soltaba en sus sueños no fueron más allá de su dimensión, o eso prefería creer.

No es nada, se recordó a sí misma, no es nada comparado al sufrimiento de quienes le temen a sus propias vivencias y no a un miedo infundado, nunca antes experimentado en carne propia.

El hecho de que el sol se colara por las rendijas de sus cortinas, de alguna forma, lograba tranquilizarla lo suficiente como para volver a recostarse y ceder al peso en sus párpados. Era como si la luz le otorgara el aliento necesario para volver a yacer en la oscuridad de sus peores pesadillas.