Tres

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"Se busca

Dream

Recompensa de 64 Diamantes"

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El silencio era ahogador, simplemente escuchaban su respiración y los latidos de su corazón, agradeciendo que la naturaleza era bastante ruidosa y quitaba un gran peso de esa situación incomoda.
George no mintió cuando dijo que se irian temprano, justo a las 5 A.M esperaba pacientemente que los otros dos terminaran de empacar.
Sera solo un viaje de ida y vuelta, llegar, hablar, dormir y salir, sin perder un segundo mas.

George suspiro rodando sus ojos por encima de su hombro, observando como Sapnap trataba de subir el animo de Halo, abrazandolo por la cintura y riendo por debajo.

Habian pasado aproximadamente 10 años desde la última vez que los había visto hasta ese entonces, el mes pasado cumplían los cuatro años de vivir juntos y Halo no había cambiado nada.
Se sorprendió un poco cuando vio que, de toda la palabreria que soltaba, en ninguna se le iba una grosería, mientras qué Sapnap tenia un alto repertorio de malas palabras que incluso llegaba a ser sorprendente.
A pesar de eso, no le quitaba lo divertido y en ocasiones, la madurez y seriedad requerida de momentos específicos, lo mismo aplicaba a Sapnap.

Jadeo llamando la atención de los dos detrás de él en cuanto vio los inolvidables techos por encima del cimiento de pasto. Habian llegado por fin a la aldea, desde las 5 A.M hasta las malditas 11 A.M


-Finalmente - Sapho magullo los huesos de su espalda en un bizarro crujido, causando una mueca de horror en George.


"Ouch", no sabia como la columna del otro no cedía ante esa brutalidad.


-Vamos Halo - Susurro el de lentes por debajo, mirando con suavidad al demonio. Esa sola mirada era un perdón a todas luces, por suerte Halo se la devolvió, no hacian falta las palabras, ya se habian perdonado.
George habia aceptado que se comportó como un cretino la noche pasada.


Caminaron con cuidado de no resbalarse en el barro ni hundirse en suciedad.

-Oigan... ¿Qué carajos es eso? - Sapnap se detuvo en seco, con los ojos abiertos y ceño fruncido.

George no entiendo a la primera, hasta que un brillo lejano le hizo entrecerrar los ojos rápidamente, ajustando su vista.

Esa cosa media mas de dos metros, brillante en zonas específicas, ligeramente abollado y decorado con unas cuantas flores.

Su mandíbula cedió, imitando la expresion de Sapnap.

Con el miedo carcomiendole las entrañas y sintiendo una ligera opresión en el pecho siguieron caminando, esta vez mas lentamente.
A cada paso era un centímetro mas de alto a la figura de lo que parecía ser metal, el olor fuerte que soltaba a redstone era adormecedor: Siempre que trabajan en cuevas tenían cuidado a la hora de picar el polvo carmín, soltaba un olor parecido a la pintura pero mil veces mas fuerte con la consecuencia de desmayos, no era un material dañino cuando se usaba, de de hecho en muchas ocasiones su olor penetrante disminuía cuando se quemaba y utilizaba en construcciones, pero recién minada era una fiesta de mareos; es como droga en piedra.

A parte de aquella cosa gigantesca habían mas cambios, las puertas estaban aseguradas con chapas de metal, los animales tristemente amarrados a estacas.

Eso no era lo peor, lo que les dañaba su corazón era la seriedad del lugar y como estaban siendo ignorados olímpicamente por todos.
Siempre que alguien nuevo llegaba a la aldea era recibido con sonrisas y música, comida, lujos, diversión, el sueño de todo viajante. Todo estaba silencioso, salvo los sonidos salvaje del ganado.

Halo dio el primer paso, caminando a la primera casa que estaba a su mano derecha: Una anciana cargando con piedra y pan en su chal, masticando vulgarmente un trozo de tabaco y para adornar una mueca de aburrimiento combinado con enojo. No se miraba amable.

-Buenos dias mi estimada - El demonio trago saliva, nervioso - ¿Sabe donde podemos encontrar al herrero del pueblo?

La anciana tenia la mirada pesada, Halo sentía que estaba analizando su vida entera, leyendo su mente y maldiciendo su futuro al mismo tiempo.

-Al fondo, niño - No dijo mas y volteo la mirada hacia abajo, ocupada nuevamente en su alfarería, aclarando su voz quebrada en el proceso.

George no perdió mas el tiempo y camino hacia la dirección marcada en el suelo, dejando a Sapnap y Halo atras.
"-Gracias, adiós-", Halo se despidió con vergüenza, enojado internamente con el de lentes por ser descortés.
Al final la anciana siquiera lo volteo a ver.

A cada paso que George daba era el olor quemado mas fuerte, recordandolo como metal fundido y lava burbujeando, asi como el momento exacto donde la obsidiana era creada en un olor embriagante a azufre.
Se lleno los pulmones con el aroma y sonrió, estaba cerca de aquel Herrero.

Sus pies finalmente pisaron la piedra de la entrada, con un aldeano senil cargando un pesado mazo de hierro pulido, tosiendo cada cierto tiempo.

-¿Señor herrero? - Hablo George.

Las manos enguantadas levantaron los lentes protectores de sus ojos y volteo la cabeza por sus hombros, abriendo ligeramente la boca en incredulidad.
La voz de George no había cambiado mucho, seguía aquella tonada chillona amigable de siempre y su extraña manera de pronunciar el inglés.

Volteo su corpulento cuerpo en dirección a los tres chicos y los reconoció, eran ellos, eran sus niños favorito.

-¡¿George?! - Grito en felicidad, ahogando su quebrada voz entre su áspera garganta - ¡Ven aquí muchacho! - avanzó rápidamente hacia el chico y los apretó entre sus brazos, abrazándolo casi de forma paterna.

George no esquivo la muestra de cariño y correspondió, pasando sus brazos por encima de los musculosos hombros; la última vez que lo había abrazado fue cuando se mudo de la aldea, despidiendose de su mayor maestro de vida, la última vez que lo abrazo fue cuando tenía ocho años.

Halo y Sapnap se acercaron tímidamente al abrazo, siendo recibidos con el calor de los grandes brazos del aldeano y se quedaron ahi, los tres aprendices con su segundo padre a sus ojos.

—Entonces - El mayor se separó del abrazo - ¿Que los trae por aqui?

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