Seis

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George parpadeo con extrañez, en un silencio absoluto mas que su propia respiración.


Miraba como el herrero frente a él bebía nuevamente de su cerveza, pasando con un trago pesado el nudo de miedo en su garganta.
La sensación embriagante hizo que su corazón se calmara, tomando aire nuevamente y seguir hablando.


—Es lo único que sabemos de él - continuó - Desde que llegó aqui, esas cosas también vinieron. Creemos que él sabe algo...


Era una historia fantaseosa: Un hombre misterioso y aparentemente mágico llega de la nada acompañado de una orda de maldad personificada, ahora buscado por todas las praderas cercanas y lejanas, ah, y no olvidemos la cantidad excesiva de diamantes a cambio de su captura.
A pesar de eso, tenía algo de sentido.
Era el único "ser" que no le temía a esas cosas, pasando al lado de ellas corriendo sin preocupación, y si lo necesitaba, los cuerpos descompuestos caían doblemente muertos de un solo golpe.


George volteo hacia su izquierda; Sapnap aun ebrio y Halo cayéndose del cansancio. Su piel vibró sobre sus músculos, los ligeros vellos de su cuerpo se levantaron y tembló, esas cosas estaban en todos lados, no había escapatoria. Sus amigos no sabían lo peligroso que era estar afuera.


—George - La voz cansada y gruesa lo atrajo, volviendo la mirada nuevamente al mayor - Me alegra que estés aqui... Porque nosotros solos no podríamos contra él.


—¿Eh..?


—Él no los conoce... Pueden atacar mas de cerca.


George sintió que se desmayaria en cualquier segundo.


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Los alrededores eran fríos y oscuros, adornados torpemente con plantas.


Su compañero de cuarto salió unos minutos atrás, diciendo vagamente algo sobre ir por diamantes. Si claro, a las tres de la madrugada, muy inteligente.
No entendia porque la vergüenza, la marihuana era la planta que mas habitaba por esos terrenos, y no era como si él no la fumara.


Eso si, tenía una mejor excusa mas que por placer propio, le relajaba a la hora de frotar contra una piedra pome sus heridas frescas y sucias de tierra, le mejoraba el dolor de cabeza, y demas cosas que seguro se invento para drogarse y verse como un pobre y débil necesitado.
O tal vez su compañero sabía que el mas alto le pediría. Maldito egoísta.
Bueno, al final el que se quedaba con él botín mas grande era él.


Dejo de lado su casco pesado de hierro y lo aventó sin cuidado sobre su mesa de trabajo.
Se sentía extrañamente emocionado, no sabía si era por él botín de hoy, la marihuana quemada a su lado o la atención que su existencia atraía.
Se vio a si mismo en una pintura, clavada en la pared del pueblo norte: Los buscaban por no mas de 64 diamantes.
"—Pft, ¿Tan poco creen que valgo?, ouch—"

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