𝒗𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒐𝒄𝒉𝒐

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EL SOL DE INVIERNO SE FILTRABA ENTRE LAS HOJAS Y SE REFLEJABA EN SU CABELLO RUBIO.

Estaba preciosa, concentrada en sus macetas. Allí estaba, lo único que aún no había arruinado del todo. Y quizás lo acababa de perder. La había oído la primera vez, la había oído de sobra, la hubiese oído en el lugar más abarrotado y lleno de gente, pero también había oído los comentarios. "Ahí viene la niña , buscador", "Otra vez, no puede vivir sin ti, ¿eh?", "Vives por y para ella". Y ahora era el idiota que había visto la suerte delante de sus propios ojos y la había dejado escurrirse, y se odiaba por ello.

No la quería molestar. Estaba concentrada, con las manos y la blusa manchadas de tierra y trasplantando un arbusto plagado de flores blancas con la mayor delicadeza posible. Pero ella misma levantó la cabeza y miró hacia dónde James se encondía, como si supiese con certeza que lo iba a encontrar ahí.

– James.

– Hola.

Esperaba una contestación desagradable del estilo de "No quiero hablar contigo" o "vete", pero ahí estaba ella, recibiéndole de nuevo. No perdió un segundo: se acercó y la cogió de las manos. La tierra entre sus dedos aún estaba húmeda.

– Perdona. Lo siento. De veras, no sabes cuanto. Creo que no he estado tan arrepentido jamás en mi vida.

– James no...

– No, escúchame por favor – la interrumpió con vehemencia – Necesito decírtelo. Tienes toda la razón, todo el derecho para no quererme ver nunca más como hicieron ellos. Llevo semanas haciendo el idiota, no sé que me pasa. Y no puedo perderte ahora. En realidad, no puedo perderte. No lo soportaría. Eres la única que me sigue conociendo a través de todas las máscaras.

Stella se alejó de él con la cabeza baja. James podía ver como se mordía el labio, pensativa, y daba vueltas alrededor de la mesa. Finalmente, se acercó de nuevo a él.

– Prométeme que James va a volver, porque no sé quién eres ahora mismo, pero ya no me hace sentir bien.

James sintió cómo si el techo de cristal del invernadero se hubiese derrumbado sobre su cabeza y todas las astillas de vidrio se estuviesen clavando sobre él ¿Como podía haber llegado a algo así?

– Te lo prometo, Ella. No te merezco.

La abrazó con todas sus fuerzas, y aspiró de nuevo sus aroma a lavanda. Stella olía a la seguridad que le faltaba

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– Pues claro que no te merece. Stella, eres mil veces mejor que esto. – Emily sorbió su té y la miró con cariño. Apoyó la taza y soltó un sonoro suspiro antes de continuar. – Escúchame. Quiero a James, le quiero mucho más que cualquiera de esos capullos a los que ahora llama amigos y no saben ni cual es su segundo nombre. El problema es que ahora mismo, por mucho que le quiera, no me cae bien. Se ha ido por el camino equivocado. Pero he llegado a la conclusión de que esta vez se tiene que dar cuenta él solito. Yo voy a dejar que lo arregle, ya le han dado demasiadas cosas hechas. Pero volverá. O eso creo. Es James, en realidad no es más que un osito de peluche, aunque ahora quiera demostrar que es un león.

Stella se arrebujó en su manta de punto, que aún olía a la señora Weasley, y agarró su taza de té con las dos manos. Hacia frío hasta en la sala común de Hufflepuff, aunque supuestamente las temperaturas tendrían que empezar a subir pronto. La mesa redonda que había entre los dos sofás estaba llena de cartulinas en gamas de rosas y rojos, purpurina y brillantes. Emily estaba preparando ya las decoraciones para el día de San Valentín, el mismo día en el que se celebraría la segunda prueba del torneo, y ella se había ofrecido voluntaria para ayudarla. Pero por primera vez no le apetecía hablar de amor ni flechazos. Siempre defendía que San Valentín debía ser algo diario; una demostración de cariño constante los 365 días del año pero, ahora que a ella se le acababa no estaba segura de que hacer, como si quisiese regar una planta y se acabase de quedar sin agua.

– Escucha, dale hasta San Valentín ¿sí? – Emily posó su mano en su hombro para sacarla de su ensueño – Si nada cambia... bueno, se que es complicado pero yo te ayudaré a hacerlo. Y te prometo que si es necesario, le superarás. Habrá más chicos, más relaciones, más besos, y aunque pueda parecer el fin del mundo te prometo que no lo es.

No lo podía decir, pero Emily no sabía de lo que hablaba. Creía que sí, que había experimentado lo que ella, pero no podía entenderlo. Claro que había más chicos, pero no había más como Él. No existía otro igual a James, no para ella. Porque no era el individuo, era la relación. Era ese filamento de oro que les unía a través de todas las tormentas, el lenguaje de sus manos, sus ojos, incluso de sus hombros y sus rizos, todo lo que ella había memorizado desde el primer momento que le vio. Era una de esas cosas de una vez en la vida, eso lo sabía con total certeza. Se lo decían todas las estrellas y tazas de té, todas las señales. Si cada alma tiene correspondencia, Stella sabía que la de la suya residía en James, en el James original. Y para Emily eso aún no había ocurrido.

– Claro, gracias Em.

– Para lo que necesites, sabes que eres mi chica.

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¡Hola!

☆ Voy a renombrar esta historia a "James siendo idiota y cagándola 24/7"

☆Emily voy a recurrir a ti beibi porque James solo hace joderla

☆ TERMINÉ LAS CLASES AH a ver si actualizo un poco más señores

Os mando tierra llena de amor
Marmelada

No soy un héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora