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Narra Amelia

No puedo creer que Lucy haya intentado ligar con Luisita y más en mi cara. Menos mal que Luisita no le ha dado bola y yo le he parado los pies. Íbamos camino de la facultad las dos, al final estudiábamos en la misma, lo que facilitaba las cosas.

- Te acompaño a tu clase – le dije a Luisita.

- Claro – me respondió. Aún faltaban 10 minutos para que empezaran las clases, así que decidí entrar con ella.

Cuando entramos, la gente de su clase se nos quedó mirando, pero pronto volvieron a sus cosas. Eso es algo que me encanta de la universidad cada uno va a su rollo y es genial. Lourdes ya estaba allí sentada.

- Hola Lourdes – le saludé.

- Hola Amelia, es un gusto volver a verte y en estado normal, no borracha o excitada – me dijo ella bromeando, yo me sonrojé por su comentario.

- Yo realmente prefiero más los otros estados – le dije mientras le guiñaba un ojo, yo también sabia jugar. Me giré hacia Luisita.

- Luisita, ¿te veo a la salida y nos vamos juntas? – le pregunté.

- Claro, bonita – me respondió con una sonrisa.

- Te veo luego – le dije mientras dejaba un casto beso en su mejilla – Adiós Lourdes.

- Hasta luego – dijeron las dos a coro.

Salí de su clase y fui en busca de la mía. Allí ya estaba Marina esperándome.

- ¿Qué tal fue todo ayer? Por la sonrisa de tu cara supongo que bien – me preguntó ella nada más verme.

- Sí, todo bien. Me encanta Luisita, no lo puedo evitar... - respondí yo.

- No tienes por qué evitarlo, es mejor dejarse llevar – me aconsejó Marina

- Lo sé y eso es lo que estamos haciendo, te lo puedo asegurar... - le dije yo convencida.

- Uhhhh eso suena a algo guarro, ¿ya habéis tenido otro "momentito"? – me preguntó Marina divertida.

- Se puede decir que ayer tuvimos una despedida cariñosa – dije yo riéndome.

- Entiendo – contestó Marina.

Pasaron las clases y yo solo estaba deseando que terminara la última para poder ver a Luisita de nuevo. En cuanto el profesor abandonó la clase, yo salí disparada para esperar a Luisita en la suya. Salió junto con Lourdes y cuando me vio, vino corriendo y me abrazó. Yo la cogí y le di una vuelta mientras nos abrazábamos, no pesaba nada.

- Te he echado de menos, aunque parezca tonto – me susurró en el oído.

- Yo también, así que seremos tontas las dos – le respondí yo.

Luisita se giró y vio a Lourdes que se acercaba a nosotras.

- Luisita te veo luego en casa que tengo baile y he quedado con Marina para ir juntas. Adiós Amelia – nos dijo Lourdes.

- Vale Lou, pásalo bien – respondió Luisita.

- Amelia ¿has visto el buen día que hace? ¿Te apetece que pillemos algo en la cafetería y vayamos al césped un rato? – me propuso Luisita.

- Claro, me encanta el sol y tú me encantas más – le dije yo.

- Está bien. Yo invito hoy – me dijo ella.

Fuimos a la cafetería y pedimos dos hamburguesas con sus respectivas cervezas y nos sentamos en el césped debajo del mismo árbol en el que estuvimos el día anterior. Devoramos las hamburguesas en menos de 5 minutos, me sorprendía como Luisita podía comer tanto con ese cuerpecito que tenía. Seguimos hablando y tomándonos nuestra cerveza tranquilas mientras sentíamos el sol en nuestras caras y se me ocurrió algo.

- Luisita, quiero hacer una apuesta contigo ¿vale? – le propuse.

- Depende... - dijo dubitativa – pero vale...

- Me apuesto un euro – dije mientras lo sacaba del bolsillo y lo ponía delante de ella – a que soy capaz de darte un beso sin tocar tus labios.

- ¿Cómo? Eso es imposible Amelia – dijo ella pensativa.

- Bueno si es imposible, ¿aceptas o no? – le contesté mirándole a los ojos.

- Acepto – dijo ella segura.

- Vale, pero tienes que cerrar los ojos – le sugerí yo.

- Está bien, tengo un poco de miedo... - me dijo ella entre risas.

- No lo tengas, jamás te haría nada malo – le dije yo.

Cerró los ojos y pude apreciar con detenimiento sus facciones perfectas, sus pestañas, su naricita y esos labios que me volvían loca. Me fui acercando poco a poco y podía notar su nerviosismo. Sin más preámbulo, junté nuestros labios y le di un suave y dulce beso. Ella abrió los ojos y me miro sorprendida.

- He perdido, pero ha valido la pena – le dije mientras le entregaba el euro.

- Eres una idiota adorable – dijo ella mientras reía a carcajadas, esa risa que hacía que mi estómago botara de alegría.

Se tiró encima de mí y empezó a besarme toda la cara y luego fue a mis labios de nuevo. Permanecimos así durante un largo rato. Simplemente, disfrutando de nuestra compañía y de la unión de nuestros labios.

- Amelia, ¿se puede ser adicta a unos labios? ¿Por qué creo que me podría tirar toda la vida besando los tuyos? – me preguntó seria.

- Creo que sí, porque me pasa exactamente lo mismo con los tuyos – le respondí.

- Muy a mi pesar, creo que deberíamos irnos, tengo que ensayar para el festival de primavera si no quiero que sea un total fracaso – dijo Luisita con preocupación.

- ¿Cantas? – le pregunté.

- Sí, ¿vendrás a verme? – me preguntó mientras le brillaban los ojitos.

- Claro, me muero por oírte cantar... seguro que lo haces genial – le dije yo y se sonrojó un poco.

- Bueno, hago lo que puedo, pero cantar me hace muy feliz – me respondió ella.

Venga, vámonos y espero poder escucharte cantar pronto – le dije cogiéndole de la mano.

Nos dirigimos a la estación para coger el tren hacia nuestras casas. No tuvimos que esperar prácticamente nada y cómo ya era costumbre volvimos sentadas, jugando con nuestras manos y escuchando música. Llegamos a nuestra parada y decidí acompañarle a su casa ya que en cierto modo estaba en la misma dirección que la mía. Cuando alcanzamos su portal, solo pude recordar el momento de ayer y sonreír ante el recuerdo.

- ¿Por qué te ríes? – me preguntó Luisita.

- Por nada solo estaba acordándome de ayer – le dije mientras miraba el portal.

- Ah – se rio nerviosa – Amelia yo quería decirte algo...

- Dímelo – le contesté rápidamente y con intriga.

- Me gustaría invitarte a cenar el viernes, las chicas de baile tienen una presentación y voy a estar sola, me gustaría cocinar para ti si quieres... - me propuso nerviosa.

- Me encantaría Luisita, ¿no sabía que cocinaras? – le pregunté.

- Hay muchas cosas que aún no sabes de mí, Amelia – me dijo de manera seductora.

- Espero ir pudiendo conocerlas todas poco a poco y a su debido tiempo – le dije lentamente mientras me lamía el labio inferior provocándole.

- Lo harás "a su debido tiempo" – me contestó ella recalcando la frase mientras se acercaba a mí y se lanzaba a mis labios.

Nos dimos un beso de despedida que duro más de lo normal, pero a mí me era imposible separarme de sus labios, éramos como dos imanes que no se pueden despegar. Noté como mordió mi labio inferior y me di cuenta de que era el momento de irme o no podría hacerlo después.

- Hasta luego Luisita, hablamos después y me muero porque sea viernes ya – le dije mientras le guiñaba un ojo.

- Adiós preciosa – me contestó ella mientras entraba al portal y yo aproveché para mirarla caminar hacia dentro. Dios esta mujer me iba a volver loca.

Choque de trenes || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora