Capítulo IV

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Giovanni, ¿Cómo besaría Gio?, ¿sería inexperto?, ¿virgen?, bueno si lo era, pero, ¿lo haría mejor que el lobo de ahora o peor?, las preguntas venían mientras sentía un sabor cobrizo en su boca y el lobo seguía jugando con su lengua, le irritaba, no Andrés, se irritaba el mismo, no creía en el amor a primera vista, no creía en un gusto nato ni ninguna mierda de esas, pero durante el sexo su corazón no estaba acelerado, ahora se había acordado de Gio y estaba vuelto loco como si quisiera saltar de su pecho

—Hey Andrés, para —aclaró apenas lo separo con dificultad, el lobo ya tenía su miembro hinchado y listo para otra ronda

—No te gustó —asumió triste al abrir los ojos.

—No es eso, bueno si eres torpe para besar, es normal, ¿es tu primer beso...y...?, ¿¡que mierda te paso en los ojos!? —gritó desesperado al mismo tiempo que salió de golpe de debajo del lobo y pegándose en la cabeza contra la muralla

Andrés estaba confundido, su oreja baja y la inclinación de la cabeza daban a entender que el oso estaba demasiado espantado, pero no entendía el porqué.

—¿Uh? —.

—Tienes los ojos verdes —chilló tan fuerte que le dolieron sus oídos.

—Ah sí, me pasa con emociones fuertes, cuando tengo hambre por ejemplo o ahora, ¿no te...gusta? —.

—Mierda... ósea no, si, no me molesta, pero, bueno, debo irme, Gi...digo Andrés —.

Se paro como pudo, estaba nervioso, no sabía porque tenía ese rechazo natural al color verde de ojos de alguien, era estúpido y ahora había dejado a un potencial amigo ahí, triste y tirado sin ninguna explicación, lo único que podía hacer era correr, bajo las escaleras tan rápido que no se fijó en un charco de agua en el primer escalón para bajar al primer piso.

Lo siguiente que vio fue una mancha café, todo el mundo dio vueltas antes de terminar tirado con un dolor en la nuca, espalda y piernas, había rodado de la forma más estúpida posible, aunque se lo merecía, ¿lo vendría siguiendo ese lindo lobo?, se preguntó al pararse y caminar con torpeza.

Al llegar a los camerinos se cambió en menos de un minuto, encontró lápiz, su libreta de notas que llevaba siempre, iba corriendo a la salida del sauna sentía como toda su ropa se humedecía por el sudor que expelía a mares, mientras escribía una nota con letra temblorosa. Llego a la entrada temblando, pago no sabía cuánto solo que le tiro los billetes a la chica que estaba allí, "para un lobo blanco, se llama Andrés y es gigante, dile que lo siento", dijo al tirar una nota algo humedecida y doblada.

No supo cómo llego a su residencia, solo que ahora a diferencia de ese día en el parque no temblaba como gelatina por gusto, lo hacía por nervios y sentirse un auténtico hijo de puta, ¿entonces porque Giovanni no te causa ese rechazo?, fue la pregunta que taladro desde que salió del sauna hasta que se durmió sintiéndose basura, manipulador y un hipócrita.

Era momento de entrar al segundo semestre, aunque había sido hace unos días se sentía fatal por lo que paso en el sauna, de echo su grupo y el grupo segundo le habían preguntado que le pasaba ya que sus ojeras se reflejaban en el pelaje, lo más extraño de todo era que Giovanni no había aparecido y de todos sus compañeros quedaban menos de la mitad, curiosamente parecía que había más humanos que quimeras, más de lo que ya habían a principio de año.

—¿Y Gio? —pregunto el oso después que callaron las voces de preocupación.

—Estará con nosotros más tarde, igual que Verónica, hubo una redistribución rara este semestre, de las nueve materias se unieron dos y tendremos ocho, eso género que en Genética II se distribuyera entre cuatro carreras, y aunque muchos desertaron en los exámenes no quieres saber el caos que se originó —explicó Isabel algo nerviosa.

Historias en Argentum: GioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora