2 Realidad

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Estar sentada en un albergue es de las cosas más desesperantes que he experimentado, ya que los sollozos de las personas se mezclan en una melodía tan deprimente que no son buenos para mi estado de actual. He permanecido junto a mi abuela, la cual tiene la misma cara que yo, con ojeras gigantes al rededor de los ojos y una capa cristalina de lagrimas inundaban sus mejillas, tratábamos de que nuestros llantos no molestaran a nuestra ya herida alma.
Aun puedo recordar el fatídico momento en el que ella y la militar pudieron alcanzarme, mi abuela rompió en lagrimas y joven la sostenía para que no se desmayara en ese lugar lleno de escombros. Al secar mis lagrimas por los recuerdo, miro mis manos sucias y lastimadas, ya que en eso momentos trate de mover escombros antes de que los militares me trajeran a este refugio, muy a la fuerza por cierto, se que mi rostro esta igual de sucio que mis manos. Me levanto un momento para ir al baño y lavar un poco mi rostro, me miro en el espejo, ahí puedo ver mis ojos hinchados y rojos por el llanto.

Al volver con mi abuela noto que hay alguien frente a ella, es esa joven de nuevo, seguro le esta diciendo que debemos seguir con la idea del campo, al acercarme pude escuchar mejor su conversación.

-Lizzie debes estar bromeando, ella no lo hará, debe de permanecer conmigo, segura, no podría soportar una pérdida más- sollozo mi abuela
-Lo sé Clarisse, lamento mucho lo de Ana y Mathew, pero Elena es una chica inteligente y valiente, puede ser de mucha ayuda, si tan solo me permitieras preguntarle- comentó Elizabeth, apenas recordé su nombre, supongo que con el shock lo había olvidado
-De ninguna manera, no lo permitiré, esta era tu verdadera intención desde el principio Elizabeth, sabes que ella es una gran piloto, desde que Mathew le enseño a volar, puedo recordar que tu abuelo y tu quedaron fascinados con su habilidad, pero aún es muy joven, no lo permitiré-dijo en voz firme y ya sin llanto, inclusive parecía molesta.
-...¿Qué... Qué es lo que no permitirás que me pregunte?- dude incluso hacer la pregunta, nunca había visto esa mirada en la abuela.
Mi abuela guardo silencio y solo me miro, tal vez no sabia si guardar silencio o decir alguna mentira para poder salir de esa situación.
-¿Qué si deseas unirte a las Fuerzas de Defensa?-Elizabeth me miro con determinación y seriedad, ni siquiera titubeo, mi abuela la miro con desaprobación-la realidad es que, hace mucho mi abuelo y yo, fuimos a una de las exhibiciones aéreas de tu padre y vimos el gran talento que posees con los aviones, creemos que tus habilidades en el aire podrían ser de gran ayuda en esta guerra.
-Y por supuesto la respuesta es...- mi abuela había intervenido por fin después del shock de que Elizabeth empezara a hablar sobre ese tema delicado, sin embargo, yo también interrumpí a mi abuela.
-Si...- mi abuela quedo en shock y también me miro como a Elizabeth.
-Tu no decides eso- reclamo con voz fuerte y firme.
-No lo ves abue, puedo luchar defender a mi país-suspire-quiero sentirme capaz de proteger a mi gente.
-Y dime Ela, ¿Serás capaz de tu ser la que arrebate familias? Las guerras no tienen sentido, de este lado y del otro tenemos situaciones iguales, esto debe parar de otra manera-me quede en silencio.
-No puedo quedarme con los brazos cruzados... Dime Elizabeth ¿cuáles son mis ordenes?-dije con determinación a aquella mujer que me miraba con asombro.
-Mañana a las 0500 horas, en la base del Norte- - te estaré esperando... Clarisse- se despidió y se marchó junto a dos de sus subordinados.
Mi abuela no contesto y rápidamente volteo a verme
-No puedo creer que aceptaras y me dejaras sola- bajo la mirada con tristeza- que será de mi si algo te sucede, tus padre no me lo perdonarían
-No moriré-mi abuela levanto sorprendida la vista- terminaré con esta guerra y no puedo permitirme caer, saldremos victoriosos y jamás te dejare sola- la abrace con todas mis fuerzas, sabía que no la vería en un buen tiempo, pero que la volvería a ver.
La verdad no sabía ni que pasaría en mi futuro, pero estaba lista para cumplir esa promesa que pactaba al anochecer.

El llanto de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora