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Ser popular no era para nada fácil como mucho es creían, pues según los demás, solo se trataba de verse bonita, tener buen cuerpo y entregarte a los chicos cuando les pedían pequeños “favores”. Ese era el caso de Akane Aoi, una chica de grandes ojos índigo y cabello purpura ondulado. Ella a pesar de ser popular, tenía problemas, debido de que a veces sufría de acoso o también con su madre, que siempre la trataba de lo peor.

No importaba que hiciera, parecía que a ella nunca le importaría. No sabía cómo Minamoto Teru lograba soportar por tanto tiempo eso.

A pesar de ello ahora de encontraba en un pequeño estanque, su amiga Yashiro siempre la dejaba sola por irse con Amane, un chico extrovertido pero también tímido, ella entendía que era porque seguramente estaba enamorada, pero, como siempre su amiga se negaba diciendo razones por la cual no eran compatibles, y allí solo se dedicaba a escuchar como buena amiga.

Nene tenía problemas leves, a comparación de ella, que ya quería morir de tanto fingir, tal vez sus mejillas podrían explotar de sonreír tanto.

Escucho un croar y dirigió su mirada hacia allí notando a una linda rana de color verde oscuro que saltaba de un lado a otro.

Era linda, en verdad le gustaban las ranas, era su animal favorito y lo cual la hacía calmarse y olvidarse del mundo que la rodeaba, quedando sólo ella y ese estanque, se sentía feliz.

Nadie compartía su gusto de ese animal, pues a los que les preguntaba de manera discreta decían que eran repugnantes, así que decidió no decirle a nadie y solo ella admiraba a los saltadores en su habitad.

— Bien, debo irme. Volveré mañana. —

Se levantó y se marcho. Siempre iba después de clases, así que le daba tiempo de ponerse ropa más cómoda como ahora que tenía una gorra y ropas algo holgadas, siempre debía cubrir su rostro pues quien le reconociera sería un boleto para su perdición.

El viento movía sus cabellos sueltos y una sonrisa baja estaba en su rostro. El cielo se veía oscuro y lleno de estrellas, no le tomaba tanta importancia, más se sentía un poco más tranquila con ese tipo de paisaje.

Se detuvo unos momentos viendo la tienda en donde había ido la otra vez. Solo iba por comida para pasar la noche tranquila, pues su madre no se la compraba, solo le dejaba dinero para que ella lo hiciera.

Hoy tampoco iría, ese hombre le dio tanto asco, ¿Acaso no veía que era menor? Era obvio que no, solo se enfocaba en su belleza y demás cosas, donde todos se fijaban.

No estaba muy segura a que otro pequeño mercado podría ir ya que en donde iba antes había algo en especial que le gustaba, más no lo encontraba en las tiendas en las cuales había vagado, ¿porque solo allí debían de venderlo? El mundo era cruel con ella.

Vio como alguien salía del lugar, observo unos momentos hacia allí notando al fin de quien se trataba, se bajo un poco la gorra, no quería ser irrespetuosa, pero, realmente no quería que la viera a esta hora, sobre todo sola, no sabía de lo que eran capaces los chicos de hoy en día.

— ¿Aoi-San? —

Maldición.

Suspiro y le dirigió la mirada, veía aquella mirada plata y sobre todo cabellos cobrizos ondulados. Al parecer hoy no era su día de suerte.

— Hyuuga-Senpai —

Sonrió un poco.

Las luces que se habían fuera de la tienda iluminaban a ambos dejando que el viento moviera sus cabelleras de manera sutil. No pensó que por segunda vez se encontraría a alguien de la academia, sobre todo a Natsuhiko, un chico que a pesar de tener el segundo puesto de popularidad jamás hablaron de manera formal.

Parecía que esta noche también tendría que actuar.

ʀᴀɴᴀs [ᴀᴏɪʜɪᴋᴏ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora