"ACTÚA COMO UNA SEÑORITA"

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Londres Inglaterra, 9 de julio de 2010 6:00 am

Uno, dos, tres, cuatro. Cinco habían sido las felicitaciones que recibió por su cumpleaños número 16, sólo cinco. Su mejor amiga Abigail, Richard y Aiden, su tía y su abuelo, por supuesto. Ni siquiera sus maestras, que eran con quienes convivía a diario lo habían recordado. Pensó que era mejor así, no tendría que darle las gracias a ninguna de ellas.

Faltaba una hora para que la señorita Hale saliera a despertar a todas las de su dormitorio, mientras tanto no dormía, estaba en camisón y caminaba a hurtadillas para no despertar a sus compañeras y poder mirar por cada una de las cuatro ventanas de su piso. Había llovido un poco durante la madrugada y todavía había unas cuantas gotas en los cristales. Por una miró hacía el comedor al aire libre que estaba mojado y polvoso, hacía mucho que no salían desde que habían puesto aire acondicionado. Por otra ventana miró el jardín, con el  viejo columpio de llanta que hicieron todas las de su dormitorio el verano pasado. La otra daba hacía los salones y la dirección que seguían cerrados todavía, aunque le pareció ver a la conserje Marie atravesarse por ahí. Y la última ventana era la que daba a la salida, se podía apreciar el letrero, que aunque se veía al revés desde su ángulo, ella descifraba lo que decía; “Instituto Benwick para señoritas”.

— ¡Niñas, arriba! Es hora de levantarse, señoritas—gritó Miss Snell entrando por la puerta y dando aplausos, mientras las chicas se escondían inútilmente debajo de sus almohadas y lanzaban quejas. —Ya es tarde, necesitan bañarse, vestirse y desayunar.

Lucy caminó hasta los pies de su cama, donde estaba su baúl con sus cosas personales. Sacó lo necesario para darse un baño y se acercó hasta donde estaba Abigail, comenzó a tirar de sus pies para poder despertarla.

***

Primero a clase de historia, luego lenguas extranjeras, después literatura, el coro, pintura. Admitía que se la pasaba bien, siempre aprendía cosas nuevas, le encantaba experimentar. Mientras pintaba se la pasaba pensando en lo que sentiría su pintura. Cuando hacía un venado comiendo pasto, por ejemplo, se preguntaba si en algún momento le gustaría cambiar de posición, o de expresión en dado caso. Tal vez porque en el fondo ella se sentía así. Quería cambiar, por un solo día quería salir de ahí, gritar y poder enfadarse o ponerse nerviosa, o llorar, aunque sabía perfectamente que no podía hacerlo…

—Señorita Knightley—la interrumpió Miss Anderson, su maestra de artes. —La señorita Benson la espera en la sala de psicología—finalizó.

Lucy se levantó dejando su pintura a medias, justo cuando la inspiración había llegado a ella. Le molestaba mucho tener esas sesiones con la psicóloga Benson, una mujer rubia y demasiado seria, sus compañeras asistían con ella también, sólo que ellas iban una vez a la semana, ella debía ir cinco. Caminó por el pasillo arreglando su camisa del uniforme, si alguna de las maestras la observaba llevando su camisa blanca desabotonada la reprimiría de inmediato, sobre todo la señorita Benson, quien era una mujer muy reservada y correcta.

—Adelante Lucille, toma asiento—le ordenó la rubia mujer sentada detrás de aquel elegante escritorio bien organizado al igual que la sala entera.

Lucy miró a su alrededor desde la puerta un momento, entraba a esa misma sala desde que tenía 7 años y seguía estando igual para ella. Miss Benson no había cambiado mucho tampoco, a excepción de que ahora unos feos lentes ocultaban sus lindos ojos azules, pensó Lucy. Se aproximó a la silla y se sentó en silencio mientras la rubia escribía con tinta azul algo en unos papeles, que aunque Lucy hizo todo lo que pudo no logró ver de qué se trataba.

—Y bien, Lucy, ¿cómo te has sentido el fin de semana?—preguntó Miss Benson quitándose los odiosos lentes y dedicándole una media sonrisa a la niña.

—Bastante bien, gracias—mintió ella.

—Ha llovido hoy en la madrugada—le soltó la psicóloga. También eso era fastidioso, no podía ocultar cómo se sentía porque inmediatamente los demás lo adivinaban, no tenía ni una poca de privacidad y si las otras chicas podían tenerla, ¿por qué ella no? —Estuviste llorando, ¿cierto?

—Sólo un poco—contestó ella tranquilamente. —Me sentía muy sola ayer, especialmente ayer y usted sabe la razón—se excusó. Miss Benson la miró con bondad, ella conocía sus motivos, el 8 de julio de 2001 fallecieron sus padres. —Y no recibí llamada alguna de mis hermanos, siempre llaman por estas fechas.

—Te equivocas, Lucy, tus hermanos llamaron, o mejor dicho Richard—dijo la mujer. El rostro de la niña se había iluminado, una enorme sonrisa se posó en él y antes de que Lucille se pusiera a cuestionarla sobre por qué no le habían pasado la llamada o sobre cómo estaban, Miss Benson levantó su bolígrafo azul y se levantó a andar por la sala. —Como bien sabes, tu hermano ha llegado a la mayoría de edad…

—Por supuesto, en septiembre hace 2 años—le interrumpió sin querer Lucy.

—Bueno, él ahora asiste a la universidad y como tu familiar, ahora con la edad adecuada, tiene derecho de opinar sobre las decisiones que se toman en cuanto a ti y a tu hermanito Aiden—explicó Miss Benson diplomática.

—Pero él y Aiden quedaron a cargo de mi abuelo y yo al cargo de mi tía Bella, ¿qué hay de mi problema?—replicó Lucy volviendo a interrumpir. Debía dejar de hacerlo, su madre siempre le había dicho que era de mala educación pero se había vuelto manía suya hacerlo.

—Lo sé, lo que tú posees es algo que podría haber hecho que su decisión cambiara—aceptó. —Sin embargo, con tu hermano siendo mayor, él acaba de heredar la casa de tus padres, bueno, en realidad los tres la heredaron—se corrigió. —Richard asiste a la universidad y tiene un empleo fijo por las tardes, está ahora considerado capaz de cuidar de ti y de Aiden. Ha hablado con tu tía y, aunque no de buena gana, ha aceptado que vuelvas con ellos, en cuanto a tu situación, piensan que ya eres lo suficientemente mayor para sobrellevarlo. Te extrañan mucho.

¿Había escuchado bien? ¿Se refería a volver a su hogar? No estaba ahí desde los 7 años, había pasado algunas navidades y veranos allá, pero la última vez tenía 12 y sólo fue por una semana. Volvería con sus hermanos, su abuelo, su tía y nana Lottie, volvería al lugar donde había pasado los mejores años de su vida, que eran menos de la mitad. Ahora sí trataría de buena gana de controlarse. Miró a su querida psicóloga rubia que la observaba sonriente. Mientras intentaba contener tanta felicidad junta, Miss Benson le informaba que su hermano vendría por ella en una semana, cuando acabaran las clases y comenzaran las vacaciones de verano, luego de eso Lucy no volvería más al Instituto, su hermano la apuntaría a una preparatoria de Nashville.

—Miss Benson, mil gracias—le agradeció la niña depositando un beso en la mejilla de aquella mujer cuarentona. Luego se dirigió a la puerta dando saltos.

—Señorita Knightley, su falda está muy arriba—le hizo ver la señorita Snell que iba pasando por el pasillo. —Sé que se va en una semana, espero y no olvide lo que le hemos inculcado en la academia, le sugiero que se comporte como una dama ahora que cambiara su ambiente.

Lucy se disculpó y le dijo Miss Snell que iría al baño a arreglarse la falda. Así lo hizo y cuando se dio cuenta de que se hallaba sola, comenzó a dar saltos y a soltar risitas. “Esconde tus emociones y empieza a actuar como una señorita” le decían siempre sus maestras. ¡Al diablo con eso! No le hacía daño a nadie estando feliz, al contrario, el día se volvería más soleado y estaba segura que los botones del jardín de rosas del instituto se abrirían. Se iba a permitir sentir algo hoy.

Breathe in, breathe out...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora