El ensordecedor ruido del silencio la atormentaba, la soledad la abrazaba y la oscuridad la cubría, eso es lo que sentía.
La echaba en falta cada que se marchaba y solo se preguntaba dónde es que estaba.Esos tan largos viajes de trabajo recurrentes la estaban jodiendo en grande. Siempre después de una larga y cansada jornada laboral tenía que llegar a esa aburrida habitación de hotel de olor dulce hostigante y cama dura que por supuesto vacía se encontraba.
Era difícil no extrañar a sus mascotas siempre esperando por ella en el recibidor, era difícil no extrañar su suave y cómoda cama, pero lo más difícil era no extrañarla a ella.
Era difícil no extrañar sus pequeños brazos envueltos en su cuerpo, su voz, su cabeza en su pecho desnudo después de hacer el amor. Estaba asustada, no podía negarlo. Estaba asustada de que no funcionara o que ella se cansara, pues prácticamente mantenían una relación a distancia. Estaba consciente de que a la morena no le gustaba y no quería que se alejara.
Llevaba casi un mes sin verla y su cuerpo la añoraba, su mente la aclamaba y su corazón le lloraba, pero afortunadamente la hora de verla se acercaba.
Se supone que en la mañana debía partir, pero no esperaría ni un segundo más si tenía la oportunidad de más pronto verla sonreír.
Eran más de las dos de la madrugada y ya se encontraba de camino, es más, estaba a casi nada de llegar pues a penas al terminar de trabajar se había puesto en la marcha, hizo sus maletas y emprendió su camino.
Seguramente Jennie estaría dormida, pero no podía esperar. La sorprendería en su casa, escalaría su ventana si era necesario solo para verla dormir.
Jennie no tenía idea de la fecha en que la rubia regresaría, estaba desesperada, la necesitaba, la extrañaba, sentía que no podía más.
Como era costumbre, a penas salió de trabajar se dirigió al departamento de la rubia para alimentar a sus mascotas y asegurarse de que todo estuviese en orden, pero esta vez en lugar de retirarse, decidió destapar una botella de vino de la colección de su novia y dirigirse a su habitación.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero eran pasadas las dos de la madrugada y la botella de vino iba por menos de la mitad. No estaba acostumbrada a beber, no era algo que hiciera a menudo, por lo que no tenía una buena resistencia al alcohol. Se sentía ebria.
De la nada al darse cuenta en el estado tan deplorable que estaba, se echó a reír en la cama. ¿En qué momento se convirtió en ese tipo de idiotas dependientes de una persona? Estaba ebria por ella, estaba ebria por que la extrañaba.
Extrañaba su cuerpo, su toque, sus manos recorrer su cuerpo, sus besos, su risa, su voz, extrañaba hacer el amor.
Extrañaba que la poseyera, extrañaba su cabeza entre sus muslos, sus manos en sus senos, extrañaba todo de ella.
Aún recuerda su primera vez... Fue justo en esa cama. Recuerda lo bien que la hizo sentir, recuerda como tocó su cuerpo como si fuese lo más preciado del mundo, recuerda como la hizo soltar por la borda todas sus inseguridades... Recuerda lo viva que la hizo sentir.
Dejó la copa de vino por un lado y cerró los ojos mientras dejaba su mano vagar por su cuerpo imaginando que era la de ella.
La pasó por su cuello haciendo algo de presión justo como la rubia lo hacía cuando la follaba, bajó hasta sus pechos, los apretó y masajeó por sobre la ropa y finalmente bajó hasta la bragueta de su pantalón.
"¿De verdad lo iba a hacer?" Pensó, pero ciertamente su juicio estaba nublado por el alcohol que le ayudaba a imaginar que era la rubia quien la tocaba ¿Qué más daba?