EL OTRO LADO

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EL OTRO LADO
AJEDSUS


Siempre por las tardes de domingo, a la misma despreciable hora, un joven de estatura media y cabello lacio, se sentaba a leer un libro en una de las bancas principales del parque San José.

En ocasiones el lugar se hallaba ocupado, pero tras dirigir unas palabras a la gente o simplemente esperar, el chico ocupaba ese mismo lugar.

Algunas veces traía algún obsequio en especial; como chocolates o flores y permanecía ahí sentado. Por momentos leía y en ciertas ocasiones observaba  hacia los lados buscando a alguien o algo que en cualquier momento se presentaría…el tiempo pasaba y nada ocurría.

Yo era un guardia de seguridad que cuidaba el parque por las tardes, y en ocasiones daba rondas de vigilancia por los alrededores o simplemente me retiraba por algún otro pendiente que tuviera.

Esa tarde de domingo, me propuse a observar al chico detenidamente. En más una ocasión nunca me había percatado en que momento se retiraba y de una vez por todas quería preguntarle si esperaba a alguien o qué hacia realmente. Si sufría algún desvarío de amor, yo le alentaría a superarlos con alguno que otro consejo.

Por largo rato lo observé, hasta que pasando la hora y media, algo raro ocurrió. El chico había desaparecido y no había rastro de él. Lo busqué por todos lados y no logré encontrarlo. Nunca le había perdido la vista, solamente habría bostezado y él…desapareció.

Traté de ignorar la cuestión y proseguí cuidando al parque. Tal parecía un grupo de chicos empezaban una pelea cerca del kiosco, así que me levanté de mi cabina vigilancia y fui al deber.

Ya cuando llegaba las diez de la noche, empezaba a cerrar cada una de las puertas que rodeaban al parque San José, había muchos árboles en las periferias y un fresco viento corrió en ese instante. Pero al momento de observar una de las bancas, pude encontrarme con el chico. Él me quedó observando y sonrió. Mi cara de espanto fue tal que dirigí mi linterna a su cara como reflejo. El chico habló:

— Disculpe…se me hizo tarde esta vez.

Yo le observé intrigado y pregunté:

—Te miré esta tarde en tu banca y cuando menos me había dando cuenta desapareciste… ¿A dónde habías ido?

El chico me observó con cierta seriedad y luego contestó con certeza.

— He ido muy lejos a ver a mi prometida… exactamente ella se encuentra aquí, pero en un lugar alterno a este.

Le quedé observando asustado y le dije:

— ¿Acaso está muerta? ¿A que te refieres?

El chico se acercó un poco más a mí y me tocó el hombro, diciéndome.

— Buen hombre…existen muchos mundos parecidos al nuestro… por casualidad yo puedo adentrarme en ellos desde este exacto sitio — dijo y señaló a la banca de metal — . Hay otros sitios en la ciudad que dan un acceso a otros mundos y lugares extraños salidos de pesadillas bizarras… pero tenga por seguro que no le diré en donde se encuentran — comentó el chico extraño sonriendo.
Le había observado con cierta sospecha y le hice una última pregunta:

—Y si puedes acceder a esos mundos. ¿Por qué no traes a la chica de la que me hablaste al principio?

El joven bajó la mirada al suelo cabizbajo y su sombra ocultó el rostro con tristeza.

—Créame que lo he intentado. Pero no puedo traer nada de aquellos lugares. Solo la emoción que traigo encarnada en mi corazón, da certeza de lo que siento y da existencia a ella.

Le observé con curiosidad y le di una palmada en la espalda.

—Tranquilo chico… sé que hallaras la manera de traerla a tu vida.

El chico levantó su rostro y se secó una lágrima.

—Gracias… no he encontrado en esta ciudad, chica que se le parezca… ¿Podría guardar el secreto sobre esto?— mencionó el joven seriamente.

—Claro… no te preocupes.

Tras ello él se alejó y después de un rato empezó a llover. Nunca había escuchado semejante relato, pero fuese lo que fuese, aquel chico no era de este mundo… o tal vez esta realidad fuera una de las tantas que había visitado… nunca lo sabría.

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