PRÓLOGO

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Me despierto como habitualmente lo hago, con los gritos de mi "familia" -si es que los puedo llamar así-, desayunando y creando bullicio.

No se molestaron en despertarme, y estoy enojada por eso. Hoy entro a Hogwarts y no me quiero perder el tren.

Me visto con un jean negro y una blusa blanca y bajo las escaleras. Se que aunque tenga hambre, sólo podré comer lo que dejen mis hermanos. O algo que se haya quemado y ellos rehusen comer.

Cuando bajo, hacen como si no existiera, como siempre, y yo me siento en el sofá a, simplemente, observar.

Luego de, aproximadamente veinte minutos, todos se levantan entre gritos de parte de los menores y el bullicio de parte de los mayores -incluido Molly y Arthur- hacia la salida, dónde un automóvil amarillo y negro con la palabra «taxi» en el, nos esperaba. Agarre una tostada quemada y con baúl en mano, los seguí.

Afuera, con ellos amontonados en el automóvil muggle, metí mi baúl en el maletero y me subí al auto. Por sus caras de irritación y asco al verme, supuse que lo que menos deseaban en ese momento era verme.

Cuando llegamos a King Cross, soy la primera en atravesar la pared que dirigía a la plataforma 9¼.

Con baúl en mano, entro a la brillante locomotora rojo escarlata sin hacer el mínimo caso a las familias despidiendo a sus hijos. O a familiares que entrarían a Hogwarts.

Único un vagón vacío y me acomodo en el rápidamente, viendo por la ventanilla veo a una familia de pelirrojos -que, oh casualidad, también es la mía- despedirse con amor y cariño. Y me es inevitable no pensar en por qué a mí no me quieren.

¿No me quieren por qué soy diferente? ¿O simplemente les estorbo? ¿Por qué los que se supone me deberían querer, no lo hacen?

Y no es que Molly y Arthur Weasley no quieran a sus hijos. No, ellos adoran a todos sus hijos, menos a mí. Y no entiendo que es lo que hace que no me quieran. ¿Mi físico? ¿Mi actitud?

No creo que sea mi actitud, por qué se que nunca me quisieron, -eso lo demuestra la casa, que, aunque esté llena con fotos y recuerdos de familiares, no hay ni una sola foto mia. Ni siquiera de bebé- y eso solo demuestra que nunca me quisieron, y que no es por mi carácter. Por qué los bebés no tienen carácter.

En el viaje nadie se sentó en el mismo vagón que yo. Cosa que agarezco pero a la vez no, porque odiaría que alguien sea desagradable conmigo, pero a la vez me gustaría, al menos, tener una amigo con quién hablar.

Por qué lo cierto es que nunca tuve a nadie con quién hablar. A mi familia nunca le importé, y nunca tuve la oportunidad de salir de los terrenos de mi casa, ni mucho menos conocer a alguien que no sea pelirrojo. Aparte de mi reflejo, claro está.

Cuando llegamos, un hombre que se hace llamar Rebeus Hagrid, -que es extremadamente más grande de lo normal- anuncia que todos los de primero deben ir en bote.

Yo fui en un bote con una rubia llamada Luna que hablaba sobre Nargles y extrañas criaturas a las que no les presté atención.

Luego de un rato mirando el lago, escuchó un colectivo «Ohhhhhhhh» que es cuando decido levantar la vista. Y lo que veo me sorprendió gratamente.

Hogwarts, colegio de magia y hechicería.

Es realmente inmenso y hermoso. Había escuchado a escondidas a mis hermanos mayores, los gemelos, sobre lo asombroso que era y sobre cuántos pasadizos tenía.

Pero esa descripción no se comparaba ni remotamente a como era Hogwarts en realidad.

Cuando bajamos una señora de rostro severo y sombrero de punta nos recibe y se presenta como Minerva McGonagal, profesora de transformaciones.

Da un largo discurso sobre las cuatro casas y las cualidades de ellas

Luego entramos al gran Comedor y todos de sorprenden con el techo. Puedo escuchar una voz femenina diciéndome «Es un hechizo, no el cielo. Lo leí en la historia de Hogwarts» 

Luego el director de presenta y un sombrero que no había notado, pero que está muy remendado y roto, abre una "boca" y se pone a cantar.

Después de eso, la Profesora McGonagal empieza a llamar a los alumnos de primero para que el sombrero les elija una casa.

Veo pasar a mi hermano mellizo, Ron. También a una bonita chica castaña de ojos almendrados y a Harry Potter, el famoso niño-que-vivió. Los tres quedan en Gryffindor. Y no me sorprende de Ron, todos los Weasley siempre quedaron en Gryffinfor.

—Weasley, Adhara—.

Cuando voy hacia el sombrero, puedo escuchar varias exclamaciones de sorpresa y susurros.

«¿Weasley?»  «¿Vieron sus ojos?» «¿La profesora habrá leído mal? No es pelirroja» «Es hermosa ¿Tu no lo crees?»

Apenas me senté, el sombrero me tapo los ojos, y pude escuchar una voz en lo cabeza.

—Ohh, otra Weasley. Pero que cabeza más interesante. Tu vida está rodeada de misterios, niña. Eres poderosa, muy poderosa. Y eso no es por tu sangre, tu familia es bastante promedio y del montón. Es herencia. Ella te eligió a tí. Eres leal y trabajadora. Sabía y muy inteligente. Valiente. Pero por sobre todo, astuta y ambiciosa, y que nadie diga lo contrario. Tengo la casa perfecta para tí—.

¡SLYTHERIN!— Gritó el sombrero, dejando a todos sorprendidos.

Pero claro, ¿que más podían esperar? No era pelirroja. No tenía nada que la identificase como Weasley. Sólo un apellido, un par de letras sin valor.

Y en el momento que se sentó en la mesa, al ver la mirada de desaprobación de ciertos pelirrojos, supe que si mi vida era un infierno, ahora lo sería peor.

Era una serpiente. De las que ellos odiaban, repudiaban y maldecían con tanto odio.

Era una serpiente.

Adhara Weasley [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora